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ANÁLISIS DE DEPORTES

El cachondeo de los comités que no sancionan

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes05-02-2006

Que no habría valentía para cerrar Mestalla, siquiera por un partido, era un secreto a voces. El Comité de Competición no tuvo el coraje de castigar la agresión al asistente Vicente Egido. Nada grave, ¿verdad? Cuando un grande anda de por medio, y con un presidente bocazas como Juan Bautista Soler, que no demuestra sentido común en sus declaraciones y provoca aún más violencia. Pero hacerse la víctima sirve para que la justicia no se atreva a aplicar las sanciones que corresponde. Al Castellón, en 2003, le cerraron su estadio por cuatro partidos exactamente por lo mismo que al Valencia sólo le ha caído una multa y un apercibimiento. Los clubes más débiles claman, pero no pueden hacer nada. Ni siquiera consiguen aunar su voto –hay miedo al cambio con los que tiran de la manta, como Gerardo González– para echar de la presidencia de la Federación Española (RFEF) a un presidente que vela más por los amiguismos y por su lucimiento personal que por la salud de una institución que no tiene ninguna credibilidad, y que tiene a muchos de sus miembros envueltos en asuntos judiciales. Así nos luce el pelo. Los comités disciplinarios, se ha visto, no son independientes ni se esfuerzan por definir claramente una normativa. Prefieren la interpretación, pero cuando deben pronunciarse, no se mojan. Es normal, por tanto, que los litigios acaben llevándose a la justicia ordinaria Un flaco favor para un fútbol que no cambia y sigue yendo sin frenos, de culo y cuesta abajo. La liga cada vez es más débil y amenaza quiebra, cómo no… por abuso de posición dominante en la adjudicación de derechos a Canal+ y las autonómicas en 1989, en perjuicio de las televisiones privadas, a las que ahora se debe pagar daños y perjuicios. Ángel María Villar hace y deshace a su antojo, sin dar cuenta a nadie, según sus intereses y no los de la institución que representa –que por muy privada que sea, bebe en abundancia de dinero público–. Mientras busque y encuentre apoyos para seguir apegado al cargo que ocupa desde 1988, los vicios de veinte años no se corrigen. Y canta más si cabe por las comparaciones, que el presidente de la RFEF ocupa vicepresidencias en la UEFA y la FIFA. Estos organismos sí son competentes y clausuran estadios, sea de quien sea, y defienden a los árbitros. El miedo a perder apoyos en las votaciones y el pestazo a favores debidos –¡cómo iba a ensañarse la RFEF con el Valencia después de que esté enfrentada en los tribunales a su verdugo en la Copa, el Deportivo!– son un hecho. Y lo peor es que nadie actúa para depurar responsabilidades. Así le luce el pelo al fútbol español. Y lo peor es que nadie actúa para depurar responsabilidades. Así le luce el pelo al fútbol español. Sería una quimera pensar que podría suceder algo parecido como a Turquía. Los incidentes en el partido de repesca para el Mundial de Alemania disputado en Estambul, que ya en su día se cobraron la renuncia del presidente de la Federación, Levent Bicakci, se han saldado con una sanción de seis partidos a puerta cerrada –incluso pudieron haber sido excluidos del Mundial de 2010– y en campo neutral, al menos a 500 kilómetros del país, una fuerte multa de más de 140.000 euros y sanciones a cuatro jugadores –tres otomanos y uno suizo–, al entrenador asistente turco y al fisioterapeuta helvético. Un criterio riguroso y para todos. Menos mal que soñar no cuesta dinero. El problema es despertarse… con la que está cayendo.

Fotografía de Roberto J. Madrigal