Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN CONCESIONES

El profeta Mahoma

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión05-02-2006

El mundo se ha vuelto loco. Son muchas las irracionalidades que suceden a diario: hombres que asesinan a la mujer que aman, jóvenes que apuñalan a otro por un pequeño golpe con el coche, padres que matan a sus hijos antes de suicidarse... Da la sensación de que la humanidad olvidó la cordura en el siglo XX y ha comenzado el nuevo milenio sin ella. De otro modo tampoco se explica que una caricatura haya desembocado en manifestaciones multitudinarias e incendios de embajadas europeas en varios países musulmanes. Y todo por un dibujito de Mahoma. Desde luego, el ser humano ha perdido la razón, la cordura, la lógica, el sentido común y hasta la identidad. Pero tantos arrebatos de locura sucesivos sólo pueden brotar de la fuente de todos los males: la ausencia de amor a los demás y la falta de respeto hacia lo ajeno. Las democracias occidentales han alcanzado un grado de permisividad que amenaza permanentemente con destruir al propio sistema. Permite la elección de partidos políticos como Esquerra Republicana que quieren acabar desde dentro con la soberanía nacional. Protege con la libertad de expresión a individuos como Arnaldo Otegi que llaman "jefe de los torturadores" al Rey de España. Y tolera sátiras como Me cago en Dios que atentan contra las creencias más profundas de los ciudadanos. Millones de personas han olvidado que la libertad de uno finaliza donde comienza la de otro. Así ha surgido el libertinaje: de prensa, de expresión... incluso, de culto, aunque prefieran llamarlo laicidad. El carpe diem que publicitaron antaño grandes poetas ha dejado paso a un desenfreno absoluto que ha atropellado a la razón y a la moral. Sólo hay respeto a uno mismo; ni a los progenitores ni a las autoridades ni a los mayores, ni a los maestros ni a las religiones. La sátira se atreve con Dios, con sus discípulos y con profetas como Mahoma sin importar la ofensa que cause a católicos, musulmanes, protestantes, judíos o budistas. Dos cosas diferencian al hombre del resto de los animales: la capacidad de raciocinio y una vocación trascendental. Su inteligencia le permite, entre muchas cosas, controlar la ira y los instintos. Su espiritualidad motiva la fe y la creencia en unos principios elementales. Por eso, tan contrario a la existencia humana es chorrear la furia quemando sedes diplomáticas o insultando a los gobernantes en un programa de radio, como humillar a las religiones con matrimonios antinaturales o caricaturas de Mahoma. Resulta curioso que Vaticano y Estados Unidos hayan sido los primeros en criticar las viñetas del profeta, mucho antes de las concentraciones de ciudadanos daneses pidiendo perdón al mundo musulmán. Es una cuestión de sentido común, de respeto hacia los demás y de moral. El hombre del siglo XXI parece haber perdido la cordura, porque previamente ha perdido el sentido de la vida e incluso se ha perdido a sí mismo. "Mi risa es mi espada y mi alegría mi escudo", decía Mahoma. "El que hace reír a sus compañeros merece el paraíso". Basta leer al profeta para comprender que quienes lo denostan y quienes matan en su nombre están igual de locos. El verdadero objetivo del ser humano debe ser querer y hacer felices a los demás. Éste es el camino para alcanzar la plenitud.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito