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SER UNIVERSITARIO

Fuera de la ley

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión15-01-2006

Zapatero promete que el Estatuto no cambiará la situación legal del catalán, pero los puntos de acuerdo filtrados a la prensa revelan lo contrario. Zapatero confirma que todos los ciudadanos de Cataluña tienen “deber de conocer” el catalán; pero, al mismo tiempo, sostiene que no se sancionará a quien no lo conozca. Como si negarle el trabajo a quien no hable catalán no es ya suficiente discriminación… o como si las leyes tuvieran algún sentido si nada obligara a que se cumplan. Claro, que parece que el actual talante implica que las leyes son interpretables: como la nueva ley antitabaco, cuya problemática aplicación ha llevado a la ministra a sostener que varios aspectos, como la entrada de menores acompañados por sus padres en un local de fumadores no se va a sancionar; o como la ley de Partidos, que ahora le parece “demasiado restrictiva” al presidente que hace un par de años la consideró “un avance para la democracia”. Algunos medios de comunicación llevan tanto tiempo argumentando el “desgobierno de Zapatero” que ahora, cuando aparece como evidente, algunos seguirán creyendo que es un tópico. Lo cierto es que un político puede equivocarse, hacer las cosas mal e incluso incumplir algunas de sus promesas sin que ello sea decisivo… lo que no puede hacer es cuestionar las leyes o interpretarlas a su antojo, mezclando el poder político con el judicial y relativizando las normas fundamentales de convivencia. Ahí, precisamente por la arbitrariedad en la aplicación de la ley, comienza el desgobierno, aparece el desorden y se precipita la rebelión. En un sentido profundo, el ciudadano es capaz de entender que la ley no sea perfecta; lo que no puede perdonar es que su aplicación sea interesada, parcial o arbitraria. Por eso, cualquier corsario de agua dulce sabe que la ley injusta aplicada a todos los marineros por igual es más respetada que la ley justa aplicada con arbitrariedad. Cualquier patriota de hojalata sabe que la pena de muerte es una condena exagerada que el pueblo está dispuesto a admitir. Sólo el bobo solemne, cual Nerón, cree que el capricho de su dictado es inocuo, que su conveniente interpretación está por encima de la letra firmada y prometida (o jurada). Sólo él es capaz de transformar un pueblo de ovejas en un comando de tiranicidas. Al menos una cosa cabe aprender de cualquier película del Oeste: donde no hay ley, gobiernan los forajidos. España es, cada día más, la tierra prometida a los villanos. “Bill, prepara el rifle; y que Dios nos pille confesados”.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach