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ANÁLISIS DE DEPORTES

Jesús Gil no merece homenajes

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes01-01-2006

El mundo del fútbol promueve con cierta frecuencia iniciativas loables, aunque a menudo las campañas persiguen rectificar comportamientos incívicos, como el racismo. Los homenajes –aunque no siempre sean muy originales–, a tenor de lo visto en el Vicente Calderón, empiezan a ser uno de esos aspectos que, quizá por saturación, a menudo terminan sonando a chufla. Quienes han conocido a Jesús Gil, ese gran populista, quizá puedan dar fe de sus cualidades humanas. Pero muchos de sus amigos –y de los no que no lo han sido tanto– han sucumbido a la capacidad de persuasión de un encantador de serpientes sin escrúpulos éticos para salir favorecido. El escandaloso legado de perversión urbanística en Marbella, donde como alcalde aprovechó su cargo en el Atlético de Madrid para desviar fondos –recuérdese el caso de las camisetas y su condena por prevaricación–, amén de las irregularidades por la conversión en sociedad anónima del Atleti, un club que se mantiene bajo sospecha y con muchas sombras en su gestión. Será cuestión de tiempo que el Vicente Calderón sea vendido y el club se traslade, pues ni Enrique Cerezo, su mano derecha, ni Miguel Ángel Gil Marín, su hijo, tienen el carácter desafiante y polémico –es decir, dispuesto a emplear cualquier ardid para defenderse– que Giliote mantuvo a fuerza de salidas de tono. Semejante personaje jamás puede recibir un homenaje y ser convertido en ejemplo: “Precaveos de sus faltos profetas (…). Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7, 15-16). Pero tras los excesos de gente como Gil, que tanto daño han hecho al fútbol, y ya en una fase de vuelta a la cruda realidad de muchos clubes, que pagaron con épocas de grave crisis la tentación faraónica de querer vivir por encima de sus posibilidades, también hay noticias más o menos agradables. Una de ellas es el trabajo de clubes como en su día el Deportivo de La Coruña, últimamente el Villarreal, por consolidar modelos deportivos y de gestión que garanticen solvencia económica y éxitos deportivos. Sin embargo, es complicado medir la realidad y la querencia del éxito, como le sucede al presidente de Osasuna, Patxi Izco, quien pide a los aficionados valorar si el club debe dar el salto cualitativo, aunque como él mismo reconoce, “aun a riesgo de darnos un golpe en una hipotética caída”. Es una reflexión interesante, sobre todo por cuanto el objetivo es sacar a Osasuna del furgón de cola de la elite. La respuesta debe ser serena, porque la opinión de la calle –en cualquier lugar– está demasiado influenciada por los resultados deportivos. La solidez institucional, es un hecho, se consigue con modelos sensatos, adecuados a la capacidad de ingresos y al posicionamiento social. El Real Madrid apuesta por la universalidad, el Barcelona por un modelo de fútbol espectáculo e identificación autonómica –siquiera rayana en lo político–, el Athletic de Bilbao por un modelo con jugadores de la tierra, el Sevilla por una política de mimar a los jóvenes para nutrir al primer equipo y obtener ingresos con la venta de jugadores, el Deportivo y el Valencia por consolidar un patrimonio institucional y estabilizar la situación deportiva, sin perder de vista posibles éxitos. Es necesaria una reflexión más profunda, proponer los mecanismos para que un club esté arraigado en la sociedad, esté vinculado con las instituciones y empresas, y sobre todo, sea capaz de funcionar sin sus actuales dirigentes. Pero aunque la permanencia es la base de todos los éxitos –estar en Primera División es lo prudente porque garantiza estabilidad y proyección económica– sí, sería hermoso que Osasuna fuera un club con mayores objetivos y aspiraciones. Ánimo y buen trabajo.

Fotografía de Roberto J. Madrigal