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SIN ESPINAS

Diógenes y la navidad

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión11-12-2005

A Sócrates le encantaba ir a menudo al mercado para descubrir la cantidad de cosas que no necesitaba para ser feliz. Diógenes sólo admitía tener lo indispensable, hasta el punto de que un día vio que un muchacho tomaba agua con las manos, comprendió que no necesitaba su jarro y lo arrojó lejos. Sin embargo, hoy le han puesto su nombre a un síndrome que afecta a las personas mayores y que consiste en acumular grandes cantidades de basura dentro de la casa. Sólo en lo que va de año, los servicios de recogida de residuos del Ayuntamiento de Madrid han tenido que retirar 84.720 kilos de desperdicios en viviendas ocupadas por estas personas. La verdad es que los que padecen esta enfermedad se parecen a Diógenes en todo menos en lo de acumular aquello que es absolutamente inútil. Ellos, como aquel sabio que se volvió loco, viven un tipo de soledad egoísta que les lleva al aislamiento social, a la reclusión en el propio hogar, al abandono de la higiene y a vivir voluntariamente en condiciones de pobreza extrema. Reúnen grandes cantidades de dinero en casa o en el banco sin tener conciencia de lo que poseen; pero porque piensan que su situación es de absoluta miseria, ahorran y guardan todo lo que pasa por sus manos. Los afectados suelen rechazar la ayuda social y, si no están incapacitados por motivo de alguna patología psiquiátrica de base o una demencia, no pueden ser ingresados en una residencia sin su consentimiento, con lo que terminan volviendo a su tipo de vida anterior. A menudo resulta difícil ayudarlos ya que son ellos los que evitan todo tipo de atención. Esto hace que a veces llegue incluso a debatirse si se trata realmente de una enfermedad o sólo un estilo de vida. Dicen que si uno no controla todos sus malos hábitos, manías o defectos de carácter, cuando se hace mayor, estos se agudizan y laten frecuentemente en nuestro modo de actuar. Parece esta una demencia muy propia de nuestro tiempo y de nuestra sociedad. Sobre todo en Navidad cuando uno se da cuenta de lo difícil que se ha vuelto hacer un regalo nuevo de índole material. Los de este primer mundo no sólo lo tenemos todo, sino que con echar un simple vistazo a los armarios, estanterías y trasteros podemos observar estupefactos qué ha sido de lo regalado en años anteriores. Sin duda, vivimos ya un anticipo del síndrome de Diógenes aunque como estos enfermos tampoco lo queramos reconocer. Por eso esta locura materialista entierre el sentido de la navidad para muchas personas. Menos mal que el sentido de la navidad no tiene nada que ver con eso. Sino con el hecho de que cada año por estas fechas renace la esperanza del ser humano.

Fotografía de Javier de la Rosa