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SER UNIVERSITARIO

Conciliación familiar, ‘fifty-fifty’

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión11-12-2005

Ir al cincuenta por ciento puede ser un criterio de colaboración comercial que ni siquiera tiene porqué ser justo. Sin embargo, la Comunidad de Madrid (CAM) considera que semejante razón sirve muy bien como regla para la “conciliación de la vida familiar y laboral”. Medio filete cocinado, media nevera ordenada, media camisa planchada… son los recursos publicitarios que utiliza la campaña institucional para mostrar que el hombre debe implicarse más en los quehaceres domésticos. Tal vez la intención sea buena, pero “el infierno está lleno de buenas intenciones”. El universitario sabe que toda acción creativa y eficaz está previamente iluminada por un pensamiento riguroso. La hora que nos ha tocado vivir obliga a los dos progenitores de la familia a trabajar, si quieren tener un nivel de vida acorde al bienestar soñado y un reconocimiento profesional y social a la altura de los tiempos. El dogma del momento es: el hombre -y, especialmente, la mujer- que no trabaja, no puede realizarse. Eso exige a las mujeres trabajar fuera de casa y crea un vacío en las labores domésticas que debe ser llenado. ¿Quiénes? Por supuesto, los dos progenitores: cada uno de ellos debe interpretar el doble de papeles que antes: ser, aun tiempo, creadores de hogar y trabajadores fuera de casa. Esquizofrenia para dos. ¿Qué no? Prueben, o pregunten a quien lo sufra. La CAM, sensible a esta situación, considera que la solución está en que los progenitores hagan cada cosa a medias y lleven la contabilidad de lo hecho por cada uno. El cálculo, la medida, la exigencia de responsabilidades, la legislación detallada de la vida comunitaria… son la respuesta publicitada a este problema. Soluciones que, contempladas con una inteligencia profunda, se revelan como problemáticas. Llevar las cuentas, exigirle al otro, hacer todos las mismas tareas y con la misma dedicación… además de suponer una mala organización de los recursos humanos es una barbaridad en el contexto de la familia. Una familia centrada en las tareas, las exigencias, los deberes y las cuentas de lo hecho y por hacer, es una familia llamada a crear odios y rencillas, a dividirse por tonterias y convertir el hogar en un infierno. Porque la convivencia familiar no se sostiene en el justo reparto de tareas; sino que un reparto justo de las tareas es el resultado de una buena convivencia familiar. Si queremos enfocar bien la cuestión y no crear más frustración y división en el seno de las familias cuyos progenitores quieren o necesitan trabajar, deberíamos invertir el sentido de las campañas oficiales. Deberíamos promover los valores que crean hogar y familia y de los que se derivan naturalmente -sin necesidad de listas, cuentas, etc.- un reparto orgánico y justo de tareas. El ejemplo no está lejos de la organización familiar tradicional. Qué le vamos a hacer, igual que el horno de leña es mejor que el microondas; y los remedios caseros, mejores que muchos medicamentos; resulta que la organización familiar tradicional funciona. Implica, como todo lo tradicional, generosidad, sacrificio y un cierto gusto por “perder el tiempo” en cosas “inútiles”, pero vitales para crear hogar e irradiar valores como el amor, la entrega, la colaboración, la superación personal... Cuando los dos progenitores tienen claro que el amor por el otro y por los suyos es más importante que el trabajo, y si es posible que al menos uno de ellos pueda dedicar buena parte de su tiempo a crear hogar, todo está ya bien enfocado. Y cada familia -sin directrices, tan absurdas como precisas, de la administración- será capaz de caminar, unida y a su ritmo, hacia la conciliación amorosa, no ya de sus tareas, sino de todas sus inquietudes.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach