EL REDCUADRO
Vuelven los rojos
Por Antonio Burgos3 min
Opinión24-10-2005
Cuando yo era chico y los Reyes no eran todavía los padres, sino Don Juan y Doña María en Lausana, no existía Caperucita Roja. Era Caperucita Encarnada. El rojo era el lobo, que se comió a Caperucita, mató al hijo de Moscardó y quemó San Julián. Por las noches, mi tía María, que era monárquica liberal, ponía Radio Pirenaica y escuchábamos al lobo: hola, mi amor, yo soy el lobo. Y el lobo decía que Franco tenía los días contados. Y mi tía María daba un suspiro de esperanza, mirando el retrato de Don Alfonso XIII de su cuarto. Mi tía María estaba tan politizada como Caperucita. Si a Caperucita la hubieran llamado Roja, la habrían puesto a la altura de La Pasionaria o de la tía Victoria de José María O´Kean, y tampoco era cosa. Era el diccionario y la paleta de colores de lo políticamente correcto. En casa tomábamos ensaladilla rusa, pero cuando tuve que hacer la mili y senté plaza de voluntario, la misma ensaladilla rusa aparecía en el rancho de la orden del día como «ensaladilla nacional». La ensaladilla rusa era roja. Como el lobo de Caperucita. Veo que vuelven, ay, las viejas palabras, el manipulador daltonismo de los colores. La moviola del lenguaje. Los rojos. Es natural que vuelvan. Si habían vuelto los fachas, y todo aquel que ose criticar al Gobierno es un facha, lo propio es que retornen los rojos. El retorno de lo rojo lejano, diríamos con Alberti. Otro rojo. El de la sonrisa de sesión continua que nunca se sabe si es más tonto que malvado o más malvado que tonto sale en la revista que dirige Joana Bonet, la madre de la hija de Jesús Quintero, y se proclama rojo. Lloran la muerte de uno que fue redactor-jefe de Antonio Colón en el «España» de Tánger, y en el gorigori que le dedican repiten su autorretrato: «Raro, enamoradizo, republicano y, ante todo, rojo». Aprueban en las Cortes la igualdad de sexos para heredar títulos nobiliarios (a mayor honra y gloria de Ansón y Pedro Jota, que serán plumas coronadas), y los rojos que la votan se mofan de la Historia, de la Corona y del Elenco, al viejo grito de la guerra civil: «Salud y República». Ojú... -No, si estos rojos hasta que no quemen San Julián otra vez no van a parar... Es lo que dicen los expertos en sequías, riadas y calamidades siempre citados como autoridad; los más viejos del lugar. Los más viejos del lugar aseguran que esto lleva el mismo camino que entonces. Claro, como hemos abandonado la senda constitucional y se han tirado al monte de la ruptura, puede ocurrir de todo. De momento los rojos andan alardeando de rojos, y persiguiendo fachas. Y los fachas, aco...gotados, no sea que monten las checas otra vez. Abuchean al malvado tonto de la sonrisa de sesión continua y dice Bono, rojo de comunión diaria, que eso es el facherío. Y cuando alguien podía replicar que abuchean por culpa del rojerío que nos lleva al desastre, exhiben con orgullo su condición de rojos, como una medalla: demócratas con distintivo rojo. Lo rojo vuelve a ser lo bueno, lo excelente, como Caperucita. El lobo sí que es un facha. Y nadie saca el lema con que deberíamos llenar España, Constitución de la concordia en mano, al menos mientras nos dure: «No a la guerra (civil)». No vuelvan a las andadas, por favor, señores que presumen ustedes de rojos. Que si facha nos suena a negación de las benditas libertades, a correajes, a pelados al rape, a aceite de ricino, a tapias de La Piscina y a la niña María de los Angeles Infante vestidita de luto con la gente cambiándose de acera cuando la ven venir con su madre Doña Angustias por la calle Tetuán, rojo nos suena a los talleres imagineros de Illanes y de Castillo Lastrucci trabajando a tope en 1940. Tras el rojo cielo de Andalucía en llamas.
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Antonio Burgos
Columnista del diario ABC
Andaluz, sevillano y del Betis
** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor