ANÁLISIS DE DEPORTES
¿Rebelde, ‘borde’ o tímido?
Por Roberto J. Madrigal3 min
Deportes23-10-2005
Fernando Alonso, el más esperado –por su condición de asturiano, joven y hasta cierto punto carismático–, resultó ser el más huidizo de los galardonados en los premios Príncipe de Asturias. Tanto que por timidez, y un punto de rebeldía, fue capaz de eludir la foto de familia con los políticos, uno de sus enemigos acérrimos –junto con una parte de la prensa que le ha metido caña, a pesar de su trabajo y sus resultados–, no en vano es una raza que tiene la dudosa costumbre de subirse al carro de las celebraciones cuando los currantes en esto del deporte consiguen victorias de postín. En ese sentido, la de Alonso no es una actitud nueva –no es ni será el primer deportista que lo haga–, pero tiene sus motivos y la crítica no parece que tuviese un matiz destructivo, antes al contrario, de reclamar su lugar y el esfuerzo de sus padres y su familia por sacar adelante su pasión por los coches. No es fácil aceptar el quedarse al margen de los festejos, siendo o creyéndose ser una celebridad, pero es una decisión respetable como cualquier otra. A fin de cuentas, cada uno es libre de decidir con quién quiere estar, mal que pese. Desde luego, nadie puede decir que el Nano ha defraudado a su gente. Los que hemos madrugado o trasnochado para seguir muchas carreras, quienes han hecho auténticas virguerías con su sueldo y su horario de trabajo para estar en la grada de un gran premio, fuese donde fuese. En fin, a todos quienes han celebrado como propios, con alegría y orgullo legítimos, el exitazo del primer piloto español campeón de la Fórmula 1. Alonso, desde luego, ha correspondido al llevar la bandera de Asturias y de España por todo el mundo, y además, haciéndolo con dignidad, trabajo y talento, sin creerse más que nadie, pero también sin creerse menos que nadie. Cuestión distinta es que Alonso suscite más o menos simpatías. Por su propia timidez y alguna que otra rajada, propia de quien es joven –lo suyo le ha costado ser campeón–, de tanto en tanto saltan críticas más o menos fundadas. Una de las que más ampollas levantó fue la Jorge Martínez, Aspar: al ex piloto de motos no le gustó que no mencionara a quienes lo llevaron del karting a la Fórmula 1, puesto que cuando compitió a las órdenes de Adrián Campos en la Fórmula Nissan, el circuito Ricardo Tormo fue uno de sus patrocinadores. Criticar lo que se dice, lo que se deja de decir, es de nuevo cuestión de gustos. Aunque sucede que por no salir al trapo de semejantes minucias, hay quien ve a Alonso como un tipo esquivo, altanero y borde. Lo puede parecer y lo es como cualquiera que está expuesto a la vista pública y a la crítica a menudo gratuita, quien debe separar la vida profesional de su vida privada. En ese sentido, Alonso –así lo ha demostrado– está bien aconsejado por tipos como Flavio Briatore, que saben bien de qué va el negocio de la fama. Pero a esa otra gente, a quienes no quieren sino gozar tan sólo un ratito viendo a un paisano codearse con los mejores pilotos del mundo, a todo gas y con maniobras muy arriesgadas, todas estas críticas les dan lo mismo. Alonso es campeón y es el momento de celebrarlo. No es momento para sacar la vena cainita, tan dados como somos los españoles a moler a palos a los que triunfan. La envidia es mala consejera… Antes bien, ¡brindemos por Alonso y porque su éxito sea el preludio de otros que vengan!