SIN ESPINAS
Rojos y fachas
Por Javier de la Rosa2 min
Opinión22-10-2005
“No entiendo cómo algunos jóvenes de hoy pueden hacer suyos los odios de hace 60 años”. Creo que todo español de buena fe que busca la paz de nuestro pueblo podría hacer suya esta afirmación. Sin embargo, a los seres humanos de nuestro tiempo nos encanta juzgar las acciones y hechos objetivos por el sujeto que las realiza. Es decir, que algo se considera verdad o mentira dependiendo de quien ejecuta la acción. Así, alimentamos un poco más el subjetivismo y el relativismo que cala hasta los tuétanos a esta sociedad y de paso justificamos nuestra crítica personal como deporte nacional. La afirmación es de Santiago Carrillo tras ser investido doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid. Un grupo de jóvenes ávidos de protagonismo y necesitados de causas para desplegar su espíritu de rebeldía acudieron al salón donde se celebraba el acto con banderas preconstitucionales para lanzarle improperios al homenajeado. Su bravata fue alentada desde las ondas por un grupo de contertulios de la COPE a la cabeza de los cuales estaban el director del mundo Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos. Losantos también calentó el acto desde su publicación en Internet, Libertad Digital. La respuesta mediática ante tales acontecimientos por parte de algún comentarista de la SER, cómo el conocido Carlos Carnicero, no fue menos desmesurada. Tanto unos como otros son ejemplo de dos extremos inútiles para esta sociedad. Sus actitudes son en ambos casos igual de reaccionarias, de anacrónicas y de nocivas. No sólo son incapaces de favorecer la paz y la conciliación entre los españoles sino que cada día desde sus púlpitos mediáticos nos pretenden trasladar a todos los ciudadanos los rencores personales que sólo ellos conservan en sus corazones enfermos de aversión. Su delito es más grave porque son conscientes de que la confrontación y el enfrentamiento es más fácil de vender como contenido diario. Para el insulto continuo hace falta mucha menos creatividad que para hacer una buena investigación sobre un problema acuciante que afecte a la ciudadanía. No caigamos en la trampa de estos portavoces de intereses políticos que nadan en la comodidad separando sus rebaños electorales en bandos bien diferenciados. Saben que dividiendo al “populacho” se aseguran el voto y la audiencia mientras se reparten las ganancias en su chirinquito. Lo de las dos Españas es un concepto que sólo debería existir en las mentes de los que se interesan en alimentar su espectáculo mediático y político. Mientras, la otra España, la que se diferencia de esta ralea de inconscientes, tiene preocupaciones comunes como el precio de la gasolina, la vivienda, el empleo o la educación de sus hijos. Y a esos poco les importaría que el problema se lo solucionara alguien que hace medio siglo era tildado de rojo o de facha.