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ANÁLISIS DE DEPORTES

Algo falla en la piscina

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes31-07-2005

Con algunas pocas excepciones, los Mundiales de natación de Montréal (Canadá) han supuesto un rotundo fiasco en el orgullo de los deportistas españoles. Al margen del rosco absoluto en lo que a medallas se refiere, y a expensas de la eclosión en la alta competición de nadadores jóvenes que aún tienen margen para mejorar –no en vano, los nadadores más jóvenes ya compiten al máximo nivel desde los 15 o 16 años–, la imagen del deporte español, con el precedente del Mundial organizado en 2003 en Barcelona, ha salido claramente perjudicada. Parece que el proyecto encabezado por Juan Gerardo Koninckx –que, además, ha levantado ampollas al criticar abiertamente a los deportistas– no estaba tan claro como parecía cuando fue elegido como presidente de la Federación Española (RFEN). La evidencia más palpable que dejan traslucir los resultados –aparte del buen trabajo de la natación sincronizada– es que, más allá de que falten deportistas de primera fila, capaces de codearse con la elite mundial, en la expedición española ha faltado liderazgo, un personaje capaz de asumir ese papel, absorber la atención –un aspecto que tiene su importancia, sobre todo, en cuanto al interés del público para seguir un deporte esquivo en las retransmisiones televisivas de la televisión pública, y no sólo por la diferencia horaria– y, de paso, permitir a otros nadadores menos curtidos competir sin la exigencia de los resultados, que en ocasiones resulta contraproducente. Ni siquiera la selección de waterpolo, el puntal en otras ocasiones, demuestra estar en disposición de optar a las medallas: la marcha de la generación encabezada por Manel Estiarte y Jesús Rollán ha dejado un vacío que aún no se ha podido cubrir: en este sentido, el relevo en la dirección técnica de Rafael Aguilar, que asumió la herencia de éxitos de la etapa de Joan Jané, no ha supuesto ninguna revolución ni un fracaso: se trata sencillamente de una cuestión de continuidad. Aun así, el que jugadores nacionalizados –como el cubano Iván Pérez y los brasileños Ricardo y Felipe Perrone– se conviertan en la piedra de toque para medir la competitividad del combinado nacional es motivo para la alerta. En el sentido de que no se está aprovechando la nacionalización de estos jugadores para mejorar la formación y el rendimiento de otros atletas, sino tan sólo para lavar la imagen de éxito del deporte español. Además, la desidia de algunos nadadores –cuya meta, por encima de los resultados en un campeonato internacional, sea asegurarse las becas del Plan ADO (de ayuda al deporte olímpico) para poder mantener su situación y su régimen de entrenamiento– es un elemento de crítica que refleja una de las ineficiencias del sistema actual, cuya repercusión última se verá en los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008. Pero si éste es un motivo para la preocupación, aún lo es más que los responsables federativos no tengan claro el modelo de organización y formación para la competición por el que deben optar. Las visitas a Australia y Japón vienen cuando los resultados ya son mediocres, no antes.

Fotografía de Roberto J. Madrigal