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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

El Estado contra la conciencia

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión01-05-2005

María Teresa Fernández de la Vega podría protagonizar uno de esos thriler judiciales que tanto gustan en Hollywood, donde la víctima, por si no tiene bastante con luchar contra los malos, debe conservar su valor, fe y valentía frente a una administración lastrada por la burocracia e incapaz de proteger al buen ciudadano. Nuestra vice no sólo viste como una estrella, sino que tiene ese necesario gesto de Cruelia de Vil y, lo mejor de todo: se cree el papel que le tocaría encarnar, el de representante de un estado todopoderoso que anula la conciencia del individuo y le dicta en todo momento qué debe o no hacer. De la Vega ya nos recordó en su día que nuestra dignidad como personas no es nuestra, sino que se la debemos a la Santa Constitución. Desde hace tiempo, ignorando la riqueza auténtica del ser mujer y del arte del matrimonio, planea cómo meterse en nuestros hogares y decirnos cómo repartir equitativamente las labores domésticas. Quizá porque el matrimonio le importa bien poco, pues le parece un contrato caprichoso más, que no necesita razones ni para formalizarse ni para disolverse. Todas estas barbaridades, nacidas de totalitarias mentes modernas muy dotadas para la matemática y poco agraciadas para el trato humano, son, de suyo, muy graves. No obstante, lo peor de ellas es lo que lo que dicen, sino lo que callan; lo que está detrás de todas ellas y que ahora, con sus últimas afirmaciones (sostiene que la conciencia está por debajo de la ley), se ve con mayor claridad. Para María Teresa Fernández de la Vega las conciencias de las personas valen menos que cualquier papel parlamentario. Para María Teresa Fernández de la Vega ningún dictado moral o de conciencia exime a alguien de cumplir una orden de un superior. Para María Teresa Fernández de la Vega, los médicos que no practican abortos y los farmacéuticos que no reparten la píldora del día después tal vez deberían estar encarcelados. Para María Teresa Fernández de la Vega, los primeros objetores de conciencia cuando el servicio militar era obligatorio en España, debieron quedarse en la cárcel, por incumplir las leyes. Para María Teresa Fernández de la Vega, los soldados nazis que desobedecieron a Hitler obraron mal, pues desobedecieron al Gobierno. Para María Teresa Fernández de la Vega, el sagrario de la conciencia de sus ciudadanos no vale nada, salvo que esas conciencias piensen como ella. La máxima oculta bajo casi todas las declaraciones de María Teresa Fernández de la Vega es que todos los ciudadanos y ciudadanas -para ella no existen las personas- deben subyugarse a las órdenes de un Estado todopoderoso gobernado por una razón única. Razones tiene, pues acabar con las conciencias individuales es la única manera de controlarlo todo, de crear un estado perfecto, una utopía moderna. Tal vez olvida María Teresa Fernández de la Vega que eso ya lo intentaron otros -Hitler y Stalin, entre ellos-, y todos sabemos que, siquiera para malograr semejante utopía, hace falta acabar con la libertad de cada una de las personas. Ya está en ello: anular sus conciencias es sólo otro paso.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach