CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
Resurrección
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión27-03-2005
“Dicen las mujeres que el Nazareno ha resucitado”. Este SMS me llegó la madrugada del Domingo de Resurrección. El titmo de vida que nos marca esta época nos lleva a olvidar qué celebramos, o qué celebraban nuestros mayores, en lo que aún llamamos Semana Santa. Celebramos que alguien dijo e hizo que el sufrimiento y la injusticia extrema tuvieran sentido. Celebramos que aunque las muertes del 11-M no tuvieron sentido, las vidas de las personas que allí fallecieron sí lo tuvieron, y aún lo tienen. Celebramos que alguien, si se lo pedimos, nos perdona todas nuestras injusticias, malicias y errores, también las que nosotros mismos no nos perdonamos. Celebramos todo esto, lo sepamos o no. Lo creamos, o no. Por eso un Papa que no puede hablar se emociona de felicidad en Semana Santa. Por eso era feliz la Madre Teresa envuelta en la mayor miseria del mundo, escondida en Calcuta. Por eso Jesús abraza su cruz en La Pasión de Gibson. Por eso la madre que lloró la muerte de su hijo da gracias a Dios, por haberle regalado veinte años de vida de su chico. Por eso Pedro es padre de la Iglesia, aunque negó tres veces a Cristo. Por eso se habla de ciegos que ven, y de sanos que no pueden ver. Todos llevamos una cruz, más grande o pequeña. No podemos evitarlo. Sí podemos decidir cómo llevarla. Podemos patalear, revelarnos, desengañarnos, suicidarnos, olvidarnos del mundo y renunciar a nuestros sueños. Podemos decidir no amar nada ni a nadie, para que no nos hagan daño. Pero también podemos abrazar la cruz, mirarla, una sola vez, hermosos y valientes, cara a cara. Abrazarla como lo hace el Nazareno. Así, también como él, podemos resucitar. Un poco cada día. Un poco cada vez. Porque cada vez es siempre.