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EL REDCUADRO

Uso franquista de dos apellidos

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura3 min
Opinión27-03-2005

Muy pocos nos atrevemos en estos Reinos a llamar a ZP lo que verdaderamente es: Rodríguez. ZP es completamente Rodríguez. Sonríe tanto y hace tantas tonterías porque tras el 11-M se quedó de Rodríguez en Madrid. Llamo simplemente Rodríguez a Rodríguez porque mentar a los políticos por sus dos apellidos es lo más franquista que se despacha y no hay derecho a que no derribemos esa estatua. Si a dictador muerto, gran lanzada, y quitan al difunto Franco del caballo (como acabarán bajando a la Virgen del Pilar de la columna del día de la Fiesta Nacional), también hay que derribar lo que el paisano y colega de Fidel Castro impuso: el uso innecesario de los dos apellidos para quienes son perfectamente identificables por el primero. Para Franco, Gual era Gual Villalbí; Lacalle, Lacalle Larraga; Iturmendi, Iturmendi Bañales; Girón, Girón de Velasco; Solís, Solís Ruiz; Baturone, Baturone Colombo. Y Fraga, por supuesto, Fraga Iribarne. Una de las mayores conquistas de la transición fue quitarle a Fraga el Iribarne. Franco le preguntaba al inaugurar cada parador: - Iribarne, ¿cuántos millones de turistas han venido gracias a nuestra paz y a nuestro glorioso Movimiento? Cuando AP, Fraga era bastante Iribarne, y así no podía la derecha ir a ninguna parte. El gran éxito del PP fue poner a Aznar al frente del partido, sin segundo apellido, sin el Iribarne del franquismo. Recuelos franquistas de los dos apellidos que quedan incomprensiblemente en el modo de nombrar a los árbitros de fútbol, como si fuéramos unos Matías Prats padres que nos supiésemos su media filiación y la dijéramos en el No-Do. No era explicable que a un señor que se llamaba algo ya de por sí tan rarito como Urízar le tuvieran que decir Urízar Azpitarte. El Azpitarte era tan superfluo que sólo tenía la explicación Iribarne del uso franquista de la lengua. Y menos me lo explico ahora, que persiste esa moda nominativa arbitral. A un señor que se llama Rubinos, ¿por qué hay que decirle Rubinos Pérez, si como Rubinos y con el pito en la mano (con perdón) no tiene pérdida? ¿Por qué Daudén Ibáñez a un tío que se llama de una forma tan inconfundible como Daudén? A Turienzo el Álvarez del segundo apellido le sobra; Esquinas no necesita el Torres, ni Iturralde el González. Por muchas estatuas que derriben, Rodríguez cabalga sobre algo tan franquista como usar el segundo apellido: Zapatero. Llamarle Zapatero, por el segundo, por el segundo izquierda, claro, es un uso franquista de la lengua. Igual que su uso no sexista se impone su uso no franquista. No sé como no han caído en ello la Carapasa o el Caragarbanzo. Es una contradicción histórica que los progres Visa Oro llamen a Rodríguez como Franco a Fraga: por el Iribarne, digo, por el Zapatero. Dos apellidos para él y muchos de su equipo. Lo siento, pero lo de Pérez Rubalcaba me suena a árbitro de Segunda: «Arbitró el colegiado señor Pérez Rubalcaba, que propició el juego violento». Por el contrario, otros que necesitarían el segundo apellido como el comer, prescinden de él. Por ejemplo, Pepiño Blanco. Pepe Blanco me suena a Carmen Morell y a cocidito madrileño repicando en la buhardilla. El Zapatero con que mientan a Rodríguez es un evi-dente retroceso para la democracia española. ¡Derribemos esa estatua de Franco! Si Suárez era Suárez a secas y trajo ni más ni menos que las libertades; y si González era González a secas y trajo nada menos que el cambio (ay, cómo te echamos de menos, paisano, qué clarito tenías lo de España); y si Aznar siendo sólo Aznar o precisamente por eso dejó de ser Aznar, ¿por qué ignorar el democratiquísimo Rodríguez de Zapatero y lo montamos en el caballo franquista del segundo apellido? Sobre todo cuando ni Moratinos, ni Bono ni muchos ministros usan segundo apellido. Especialmente Carmen Calvo. Aunque me lo explico. Calvo sería Poyato. Con razón la llaman sólo Calvo. Claro.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor