SIN CONCESIONES
En misa y repicando
Por Pablo A. Iglesias2 min
Opinión27-03-2005
La ciudad en silencio. Luna llena en los tejados. La noche oscurece los rostros. Lágrimas de pasión en las mejillas. Velas, cientos de velas. Y flores. Un arcoiris de pétalos para vestir a la Vírgen. Debajo, cien historias y cien promesas. El paso sobrevuela el asfalto sobre las costillas de los costaleros. Huele a incienso. Las manos de las mujeres acarician el rosario. Dolor y angustia. El silencio se rompe con el martilleo de los tambores. Suenan el bombo y las cornetas. El cielo parece abrirse en dos. Así vive España la Semana Santa. Cada año, de Canarias a Cataluña y desde Galicia hasta Baleares. En Semana Santa, millones de creyentes toman las calles. Rinden tributo a quien hace dos mil años murió asesinado en la cruz. España, estado aconfesional, se declara católico durante cuatro días. Hasta los agnósticos y ateos acuden a ver las procesiones, ya sea por curiosidad o tradición. Mientras, los laicistas huyen a Doñana. En Semana Santa, María Teresa Fernández de la Vega no se atreve a repetir que los obispos de la Iglesia son "unos señores tenebrosos e inmovilistas". En Semana Santa, ningún miembro del Gobierno osa proponer que se elimine la donación voluntaria de una parte de los impuestos a la casa de San Pedro. En Semana Santa, la ministra de Educación aparca durante unas horas el boicot a la asignatura de religión. Cosas del talante. Todo ello, mientras las calles se inundan del Espíritu Santo, mientras se cantan saetas a la Macarena, mientras se mandan SMS que anuncian que el Nazareno ha resucitado y, sobre todo, mientras se reza. Se reza para hablar con Dios. La Semana Santa sigue de moda en esta España cañí por mucho que pasen los siglos. La Iglesia permanece en pie después de dos mil años, persecuciones, cruzadas y corrientes relativistas. Incluso después de Nietzche, la Iglesia y Dios siguen vivos. El ser humano necesita creer. El corazón de las personas tiene ansia de fe. Negarlo es negarse a sí mismo, negar la Historia, negar a los demás y negar a los propios antepasados. Pero creer o no creer es una cuestión de fe que sólo Dios puede solventar. Zapatero, tan osado para defender la igualdad de las mujeres, ignora la enseñanza del primer hombre que, ya en el siglo cero, trató al género femenino como un semejante. La religión es mucho más una creencia. Detrás de cada confesión, existen unos valores comunes de libertad, familia, paz y solidaridad. Zapatero proclama esos mismos principios pero critica a quienes los impulsan hace cientos de años. Lanza a sus correligionarios contra los obispos mientras él ofrece diálogo a la Conferencia Episcopal. Seguro que todavía guarda aquella foto con el Papa. Es otra incoherencia más de quien quiere estar en misa y repicando.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito