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ANÁLISIS DE LA SEMANA

Matar a un ruiseñor

Fotografía

Por Gema DiegoTiempo de lectura2 min
Economía27-03-2005

“Dispara a todos los arrendajos que quieras. Pero recuerda que es algo infernal matar a un ruiseñor”. Ésta es la única advertencia que el abogado Atticus Finch, protagonista del libro de Harper Lee Matar a un ruiseñor, le hace a su hijo Jem al regalarle una pequeña escopeta. Con esto, Finch nos recuerda que no se puede arrasar indiscriminadamente con todo; y que acabar con lo que nos alegra el oído y la vista –y la vida- a través de su inocencia es algo abominable. Estos días ha muerto un ruiseñor. Porque de tal podía catalogarse la sonrisa de los niños que recibían un juguete Jesmar. Las muñecas de esta empresa han llenado durante años las habitaciones y han acompañado los días de los pequeños –y no tan pequeños- españoles, y a partir de ahora dejarán de hacerlo. En las estanterías de las jugueterías, su hueco quedará ocupado por estrafalarios objetos asiáticos. En el catálogo de extinciones, se incluye la del espíritu de un pacto que pretendía llevar a la economía de los países europeos por el buen camino. El Pacto de Estabilidad quería en su nacimiento tratar a todos por igual, pero en cuanto la situación se torció los buenos propósitos se fueron al garete, y sus impulsores fueron los primeros en no aceptar que su creación se volviese contra sí mismos. Por eso, ellos han sido también los primeros en pedir la reforma del acuerdo, y en asegurarse de que ésta se consensuara en la reunión más próxima en el calendario. Eso sí, han contado con el apoyo de unos cuantos cómplices que quieren apuntarse al carro del déficit, aunque antes fueran los más acérrimos defensores de lo contrario. Como España. Decía Liz Taylor –a través del aguzado bisturí de Truman Capote en su perfil de 1974- que la obra de Harper Lee le parecía “un libro maravilloso” porque hablaba de “cosas reales”. Pues lo dicho. Que algunas acciones se ajustan, últimamente, a la definición de “algo infernal” que da Atticus Finch.

Fotografía de Gema Diego