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ANÁLISIS DE LA SEMANA

Windsor, polvo, Cuaresma y Constitución

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura4 min
España13-02-2005

Que se incendie uno de los rascacielos de la ciudad de Madrid y se convierta en un amasijo de chatarra es una oportunidad para reflexionar sobre la contingencia y lo efímero de ciertas cosas, y hasta de nosotros mismos, especialmente en esta época llamada Cuaresma, periodo de 40 días durante los cuáles, hace 1.000 años, se detenían todas las guerras; un tiempo que se inicia el miércoles de ceniza bajo esa frase profunda y tan oportuna que dice “polvo somos y en polvo nos convertiremos”. También es una ocasión, y seguramente más importante, para reflexionar sobre cuáles son aquellos aspectos fundamentales –que fundamentan- y cimentadores –que cimientan- cada realidad importante de nuestras vidas. Por ejemplo, la Constitución. Casualmente, Manuel Jiménez de Parga escribía la semana pasada un artículo en el que establecía un paralelismo entre los elementos que sustentan y fundamentan un edificio y aquellos elementos de nuestra Constitución que la fundamentan y le dan sentido y que, de hecho, se titulaba “El edificio constitucional”. Es un artículo que, después del incendio del edificio Windsor, se hace mucho más comprensible para todos y se hace más revelador respecto a la gravedad de la actitud nacionalista y del propio Gobierno. Dice Jiménez de Parga: “Todo edificio descansa en unos cimientos, que le proporcionan estabilidad, y se configura con unas paredes, algunas de ellas maestras, y con otros elementos que los arquitectos seleccionan y distribuyen en el conjunto de la obra. No todos los componentes son igualmente importantes. Cabe sustituir o eliminar piezas secundarias sin que el edificio desaparezca.” Que el Windsor siga en pie, a pesar de que todos los revestimientos y fachadas afectadas se hayan desprendido, es gracias a unos buenos fundamentos: toda España sabe hoy que si no se ha derrumbado es gracias a unos buenos fundamentos: unos buenos pilares maestros hechos de hormigón. Jiménez de Parga explica entonces cuáles son esos pilares de hormigón que fundamentan la Constitución, que la hacen fuerte y le otorgan solidez, los pilares y fundamentos que hacen que sea lo que es y no otra cosa: la casa común de todos los españoles, una casa que indestructible a no ser que dichos pilares sean destruidos, minados y atacados conscientemente. Jiménez de Parga explica: “Los cimientos del edificio constitucional español se hallan explícitamente definidos, de forma expresa y clara, en el texto: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles ...» (art. 2). Afirmar que «se fundamenta» es proclamar que ahí se encuentra uno de los cimientos del edificio. La lectura del texto constitucional, además, nos ilustra para saber que «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado» (art. 1.2) y que la solidaridad entre las nacionalidades y regiones que integran la Nación española es un principio básico que da razón y fundamento al ordenamiento jurídico-político.” Estos pilares, pues, hacen de esa casa un espacio de convivencia en el que se protegen los derechos de sus miembros, un espacio en el que se garantizan las libertades y la seguridad de sus ciudadanos, así como su memoria y su historia. Curiosamente, también Mariano Rajoy escribía la semana pasada un artículo en el que ponía de relieve el cambio de actitud hacia la Constitución que la propaganda del actual Gobierno está llevando a cabo, precisamente, afectando a esos pilares fundamentales y favoreciendo con esa debilidad los intereses nacionalistas a quienes poco o nada les importa el resto de los ciudadanos españoles. “Hasta hace cuatro días, -escribe Rajoy-estábamos muy orgullosos de una Transición que tantos han considerado modélica (...), sentíamos que pisábamos un terreno sólido, el más sólido de toda la Historia de España. De repente, (...) hemos podido saber que no hicimos bien la Transición, que nos urge corregir el texto constitucional y que ¡oh, incuria de gobernantes distraídos!, los estatutos de autonomía se les han quedado cortos a los nacionalistas. Es preciso, pues, moverlo todo.” El nacionalismo, buen conocedor de la Constitución, sabe dónde apuntar para incendiar y derribar políticamente el edificio constitucional. Son los elementos que ETA pretende dinamitar, hasta físicamente, y son también los aspectos sobre los que el presidente del Gobierno insólitamente mantiene una ambigüedad y, a veces, hasta un desprecio preocupante. Con el ejemplo del Windsor tenemos una gran oportunidad para entender la gravedad de esta actitud, el peligro que conlleva y sus graves consecuencias.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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