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LA RÉPLICA

El ‘greñas’ de Túnez

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes30-01-2005

No continuará después del Mundial, pero Juan Carlos Pastor ha conseguido, al menos, que España dé la cara en el torneo y haya podido ganar a cocos como Suecia en la primera fase. Las eliminatorias por el título son otra historia, una lotería, y no se le puede exigir nada: el Mundial es la única gran competición en la que España nunca ha ganado medalla. El seleccionador en Túnez reúne muchas cualidades de la escuela que ha evolucionado el balonmano español en la última década, junto con entrenadores como Manolo Cadenas, Zupo Equisoain, Valero Rivera y el ex seleccionador Juan de Dios Román. Sin embargo, ha llegado a la selección en un momento complicado, con la renuncia de César Argilés –más académico y veterano– tras los Juegos Olímpicos de Atenas y con la patata caliente del vacío de poder en la Federación Española hasta que no se resuelvan las elecciones para elegir al nuevo presidente. Hasta ahora, el trabajo de Pastor siempre se había visto limitado por el presupuesto de un club obligado a vender a sus mejores jugadores y sin poder desembolsar grandes contratos en fichajes de relumbrón. Pero después de casi diez años en los banquillos –ha tenido tiempo de disputar dos finales europeas y llevar al Valladolid, junto con el Ademar de León, a ser la alternativa a los poderosos Barcelona, San Antonio y Ciudad Real en detrimento de históricos como Balonmano Cantabria y Granollers– conoce más que de sobra los entresijos técnicos y tácticos del balonmano. Además, tal vez porque aún tiene 36 años –la misma edad que veteranos ilustres–, tiene el desparpajo suficiente para no asustarse por los retos. Siempre con los pies en el suelo, es feliz trabajando con su gente, con las oportunidades que le puedan llegar, y así lo contagia en el vestuario. Porque Pastor no abusa de la disciplina: antes bien, prefiere que la motivación salga del buen rollo entre los propios jugadores. Con todo, su mano se ha notado en la progresión de jugadores como Albert Rocas, Rubén Garabaya, Chema Rodríguez y David Davis –todos ellos estuvieron o están a sus órdenes, un pecadillo por no haber podido preparar el torneo como hubiera querido, con tiempo–, que muestran el potencial de la nueva hornada de internacionales españoles. Aunque la imagen que más le define es su pelo desaliñado, que recuerda a alguno de esos filósofos y artistas bohemios –mente apasionada y verbo ágil, un tanto atropellado y disperso a veces–, esa imagen desenfadada no debe conducir a engaño: Pastor sabe muy bien dónde se ha metido y reúne virtudes, trabajo y modestia para ser más que un simple seleccionador de paso. Sin duda, merece el éxito y la tregua de quienes querían nombrar a toda costa a Valero Rivera.

Fotografía de Roberto J. Madrigal