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LA RÉPLICA

Recalificar, no especular

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes02-01-2005

Si hace unos meses el Real Madrid puso la primera piedra de la nueva Ciudad Deportiva de Valdebebas –la mayor del mundo, con 120 hectáreas–, no han tardado en seguirle el ejemplo otros de los clubes grandes, como el Valencia. La recalificación de los terrenos que ocupa el actual estadio de Mestalla –que generará más de 300 millones de euros al club y a la ciudad, por la venta del terreno y la posterior construcción de viviendas– permite al club que preside Juan Bautista Soler sanear su deuda y al Ayuntamiento de Rita Barberá continuar con la expansión de la ciudad, cuya proyección se ha acentuado tras la designación como sede de la Copa América de 2007. Pero no es el único caso: la reforma de la M-30 que afectaría al estadio Vicente Calderón es un asunto candente en los planes del Atlético de Madrid, a pesar de la oposición de un sector de los aficionados y accionistas. Enrique Cerezo se está planteando trasladarse al futuro estadio olímpico de La Peineta si Madrid sale elegida para albergar los Juegos Olímpicos de 2012, entre otras ventajas por ampliar la capacidad del actual Vicente Calderón, que además tiene un mantenimiento costoso por la aluminosis. También el Barcelona está pendiente de la recalificación de los terrenos que ocupa el Miniestadi, en el barrio de Les Corts, para dedicar el dinero a la construcción de una ciudad deportiva en Sant Joan Despí, a las afueras de la capital. Habrá que ver qué sucede con otros clubes para que esta situación no se convierta en una bola de nieve. La cuestión de la especulación –o desarrollo– inmobiliario es una de las más llamativas, pero apenas atañe al fútbol, por desgracia, como promotor. Es necesario conseguir que estas inversiones sean duraderas, y que abarquen complejos de ocio… y multideportivos. Los intereses de cada club –no todos tienen varias secciones profesionales y amateur, como ocurre con el Real Madrid y Barcelona– deben ser matizados por las autoridades municipales para conseguir que de estos proyectos se puedan beneficiar otros clubes y deportistas de las ciudades, por ejemplo, con la inclusión de pabellones multiusos y pistas de atletismo –que son además un elemento de seguridad–, aunque a los directivos del fútbol les guste que el público esté cerca del césped para que los jugadores tengan más cerca su apoyo. Al menos, los grandes clubes –que tienden, además, a buscar suculentos patrocinios para el nombre de los estadios– tienen a su favor el tirón comercial. Se trata de que el beneficio sea el mayor, en lugar de suscitar envidias. Todo sea que por querer ser más que los demás, suceda que se construyan complejos que no atraigan a los aficionados y acaben derivando en la creación de espacios fantasmas, que siempre están disponibles para alquilar, pero nunca ocupados porque no son rentables.

Fotografía de Roberto J. Madrigal