SIN ESPINAS
Nacimiento
Por Javier de la Rosa1 min
Opinión20-12-2004
Recuerdo que en los años que ya llevo escribiendo esta breve columna de amistad semanal, siempre hago una reflexión sobre el año que termina. Sin embargo, creo que en ninguna ocasión he compartido mis consideraciones sobre el hecho central que da origen a la celebración en estas fechas. Cada 365 días muere un año y Alguien nace. No renace, sino que brota nuevo, distinto y arrollador como el agua de un manantial en su origen. En 2004 me he dado cuenta de que el mundo ha variado mucho para mí porque mi mundo interior es el que ha experimentado una profunda transformación. Esas transformaciones han posibilitado que mi mirada cuente ahora con algo más de capacidad para limpiar todo aquello que ven mis ojos. Tanto que lo esencial deja de ser invisible a ellos porque ya sólo quieren ver corazones con el corazón. Quien nos permite limpiar el mundo con la mirada y a partir de ahí cambiarlo, quiere nacer humildemente cada año en nuestros corazones. Sólo nos pide que adecentemos un poquito esa modesta estancia que ha solicitado para hospedarse por una noche; y a cambio de la cual ofrece como regalo la felicidad eterna. A los que todavía sólo le tenemos en la cabeza, que mejor que dejarle por fin este año nacer en nuestro corazón. Sólo hace falta hacerle el hueco y creer de verdad que el milagro es posible.