ANÁLISIS DE LA SEMANA
Que lo arreglen otros
Por Gema Diego2 min
Economía21-11-2004
Es alarmante comprobar que cada vez hay menos gente que lleva por bandera las virtudes de la constancia y el compromiso. A pequeña escala, observamos en nuestra vida diaria ejemplos en el compañero de trabajo de grupo que se escaquea todo lo que puede –pero que, eso sí, luego quiere recoger también los frutos que los demás sembraron- o en esas empresas que te garantizan ventajas innumerables si adquieres tal producto o contratas tal servicio y al final te la terminan jugando subiendo los precios o dando menos calidad de la prometida. Esas situaciones nos desesperan, pero es aún peor cuando ese lavarse las manos y ese evitar responsabilidades se da en niveles más altos. Porque ¿es que alguien quiere de verdad implicarse para solucionar el problema de Izar? ¿Alguien tiene la voluntad real de escuchar a los otros, de comprenderlos, de hacer eso que los ingleses llaman ponerse los zapatos del otro para ver la situación desde un punto de vista ajeno? Por un lado están los sindicatos, que no respetan a una SEPI ninguneada por la Comisión Europea, y que quieren ir directos a hablar con las alturas. Por el otro, está el Gobierno, que no se quiere pringar en un marrón regalado por el anterior Ejecutivo. En una tercera banda, la SEPI, que ya ha advertido que, guste o no, Izar tiene que disolverse el próximo mes de enero. Y para rematar, el elemento discordante, el que tira los planes por tierra y devuelve a los demás a la realidad: la Comisión Europea, que insiste en que la deuda hay que pagarla, y que no todo sirve. Cabe preguntarse si es que a los sindicatos no se les ocurre nada más creativo que hacer ruido, si la SEPI no tiene imaginación para buscar una alternativa al plan de salvación actual, si el Gobierno, además de lanzar promesas al aire, cuenta con capacidad de intervención, y si la Comisión Europea no se puede saltar de vez en cuando ese papel de ogro y, aparte de destrozar propuestas ajenas, le supone mucho esfuerzo ofrecer ayuda en los conflictos. La solución al problema de Izar pasará, por supuesto, por que todos se compren unas gafas de aumento, a ver si pueden empezar a mirar un poco más allá de sus narices y dejar de pensar únicamente en sus intereses particulares. No siempre se puede tener todo.