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De la oveja Dolly al trasplante de órganos de animales en personas

Por Alba RodríguezTiempo de lectura1 min
Sociedad04-01-2002

El nacimiento de la oveja Dolly abrió las puertas a la clonación y, a partir del anuncio de su creación, científicos de todo el mundo se lanzaron a investigar con el objetivo de lograr un fin mucho más trascendente: clonar un embrión humano.

La mayoría de países tienen leyes sobre reproducción asistida que prohíben la generación de embriones humanos para investigación. Los dos puntos extremos de estas legislaciones pueden ejemplificarse en Alemania -donde las prohibiciones son absolutas y cualquier mención a la eugenesia despierta un pasado nazi que nadie quiere recordar- e Israel -donde la religión judía, no considera persona al embrión humano no implantado en el útero-. Un punto intermedio es EE.UU., con una reglamentación que es claro exponente de la doble moral que impera en la sociedad americana. Cuando surgió el proyecto Dolly, se permitía que la investigación pública trabajara con células madre humanas, pero éstas debían ser obtenidas por laboratorios privados o no americanos. Fue en éste país donde la empresa de investigación genética Advanced Cell Technology clonó por primera vez con éxito un embrión humano, el 25 de noviembre del 2001. El experimento, que utilizó una técnica similar a la empleada con la oveja Dolly, no tenía como objetivo la duplicación de un ser humano, sino extraer del embrión clonado células madre, capaces de generar cualquier tejido del organismo, para su empleo en el tratamiento individualizado de enfermedades -como la diabetes juvenil o el Parkinson-, sin producir rechazo en el paciente. Incluso con esta salvedad, el ensayo de Advanced Cell Technology ha despertado el debate internacional sobre la clonación humana, que plantea si es o no ético clonar embriones humanos para obtener células con fines terapéuticos.