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SIN ESPINAS

Desenchufado

Fotografía
Por Javier de la RosaTiempo de lectura3 min
Opinión04-11-2001

Los momentos de cambio o de mudanza que la vida trae, nos permiten tener experiencias nuevas; poco comunes, más o menos esperadas, posibles o inimaginables pero siempre con el matiz de la originalidad. Mi traslado circunstancial a una tierra distinta de la que me ha visto crecer, ha llevado consigo una experiencia curiosa de la que quiero hacerles partícipes. Han sido dos semanas completas sin televisión. Cualquiera de ustedes dirá: "¡Vaya chorrada! Yo también he estado sin tele mucho tiempo y no es tan trágico. Incluso, el verano pasado cuando fuimos al apartamento de la tía Amparo no tuvimos tele durante un mes y tampoco nos paso nada". Ya, pero eso no vale. Yo hablo de estar solo, completamente solo y no tener tele -con gente a tu lado es más fácil pasar el rato-. Bueno, perdón, eso era antes, porque ahora un padre que llega cansado a casa prefiere ver Crónicas Marcianas que tratar de hablar con su hijo acerca de los problemas que éste tiene en la escuela. Pero yo me refiero más a sentir el mono de la podredumbre que te proporciona el buen programa de sucesos de por la tarde, o asustarte porque la higiene mental de la que gozas por tan extraordinaria situación, te permite imaginar mundos sin parangón. Vivir sin tele es un asco... porque piensas. Y eso siempre es un mal rollo. Además, por leer empiezas a leer hasta los prospectos de las medicinas. Todo lo que caiga en tus manos. Conoces nuevos universos que hasta ahora desconocías, te transportas al pasado o el fututo y percibes la trascendencia de los pensamientos de personas que antes que tú pasaron por las mismas situaciones, albergaron las mismas inquietudes y reaccionaron de manera similar ante circunstancias de la vida que tú has vivido o sabes que vivirás pronto. Lo dicho, un asco. Luego, se te quitan las ganas de comprar un montón de cosas. Estas dos semanas no anhelaba, con un sentimiento tan frustrante como el de otras, tener un Audi o a la chica que lleva dentro. Y tampoco me he dado ningún golpe contra la pared antes de irme a la cama y después de preguntarme de qué me han servido 20 años de estudios, si quien está comentando la actualidad informativa del país y generando estúpidas corrientes de opinión no pasó de la EGB. Llegué a tener miedo, eso sí. ¿Y si me convierto en un asocial? ¿Y si en la conversación de la cafetería del trabajo no sé nada del nuevo amor de la hija de Pajares? No, Javier, no puede ser. Tú has dicho que te has leído hasta los prospectos de las medicinas, así que los periódicos seguro que han pasado por tus manos. Sabes lo de la detención de Gestoras Pro Amnistía, sabes lo del lío con Marruecos y su rey tirano y seguro que te has enterado de las comparecencias de Rato y Montoro. Tú tranquilo, además, has oído la radio hasta hartarte. Pero miento, algo de tele si he visto. El Villarreal-Real Madrid -me gusta mucho el fútbol- lo vi en el superpantanllón del bar que está debajo de mi nueva casa. Allí hice amigos, comenté las jugadas, me tomé un par de mostos y el pay per view me salió for free, es decir, gratis. De verdad que no me cabe en la cabeza cómo he podido soportar perderme el maravilloso mundo que encierra esa caja tan bonita que ya tengo en el mueble de mi salón. Me faltaba el aire. Por eso, se lo prometo. No vuelvo a quedarme desenchufado.