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Un año para la reflexión

por Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo.- En cierta ocasión, alguien definió los viajes como "experiencias que se inician con ilusión y acaban con triste melancolía". El 31 de diciembre pondremos el punto y final a nuestra última travesía. Adiós a doce meses plagados de lecciones y mensajes. Un año, el 2005, que por múltiples razones debería invitar -más que cualquier otro- a una reflexión profunda y sincera.

Las consecuencias de una gran ola advertían, nada más empezar, de que el viaje no iba a ser fácil. Sobre todo para los de siempre. Miles de damnificados pagaron entonces, y pagan todavía ahora, las injusticias de un mundo desigual. El mercado de la información tardó en convertirles en el centro de la noticia lo mismo que en mirar para otro lado cuando dejaron de serlo. Pero el Tsunami fue tan sólo el preámbulo. Detrás vendría Wilma en Centroamérica y Katrina en EE.UU. Dos huracanes con nombre de mujer que, sumados al terremoto de Asia, hacen meditar sobre las causas reales de este aumento de catástrofes.

Nuevas amenazas como la gripe aviar se mezclaron con otras ya conocidas como el terrorismo islámico. Los fundamentalistas volvieron a dejar su sello de destrucción y muerte en Occidente. Cuando Madrid todavía no había olvidado su 11-M, de nuevo las bombas hicieron su macabro acto de presencia, esta vez en Londres. El 7-J pasaba a engrosar así la lista de fechas trágicamente históricas al tiempo que los terroristas demostraban que el mundo no era más seguro tras la caída de Sadam.

Precisamente en el país del ex dictador iraquí, pese al patriotismo de unos, mezclado con el fanatismo de otros (que cada uno piense en el bando que prefiera) se plantó la semilla de la democratización. No obstante habrá que esperar para verla florecer. Mientras, en Israel y Palestina también una de cal y otra de arena. La esperanzadora desconexión de Gaza se compaginó con la continuación del muro de separación. Europa por su parte sufría la crisis del rechazo parcial a su Constitución y la cristianodemócrata, Angela Merkel se convertía en primera canciller alemana. La UE que giraba levemente hacia posturas conservadoras, y al otro lado del Atlántico, el continente sudamericano hacía justo lo contrario. Con la victoria de Evo Morales en Bolivia, el Cono Sur confirmaba una clara tendencia hacia la izquierda. Todos estos cambios bajo las siempre atentas miradas de EE.UU. y la creciente China.

Pero el mundo se paró por completo el día en el que desde el Vaticano llegaba la noticia. El Atleta de Cristo, el Papa Juan Pablo II, ponía fin a su larga carrera de fondo. Cuando menos lo necesitaba, la iglesia católica se quedó sin su guía. Dios se lo llevó con él después de una vida de sacrificio y entrega - sobre todo los últimos años- a la causa católica. Seremos sus testigos. Las calles de Roma se inundaron de fieles que acudían en peregrinación para despedir a Carol Wojtyla y dar la bienvenida a Joseph Ratzinger, o lo que es lo mismo, Benedicto XVI. En un momento en el que la sociedad mundial se abre a las uniones homosexuales, los métodos anticonceptivos, el aborto o los avances científicos, la fumata blanca deparó un sucesor de Pedro, al cuál, esos temas no le suscitan ninguna reflexión.

Entre pitos y gritos y al son de la cuenta atrás, los españolitos también haremos nuestro propio balance. Unos como siempre desde la Puerta del Sol, otros en la de su pueblo, con cava de un lado o de otro, pero por una vez haremos todos algo a la vez en un año que empezó y acabó de la misma manera: Todos pendientes de una reforma estatuaria. Del no al Plan Ibarretxe se pasó al más que probable sí al Estatut catalán. Entre medias, unas elecciones vascas, la derrota del sempiterno Fraga en su bastión gallego, la muerte de 17 militares españoles en Afganistán, un Asturiano campeón del mundo de Fórmula 1, el Barça volvió a ganar la liga tras varios años de sequía... Muchas cosas cambiaron en España en ese 2005. Coincidiendo con el primer año integro de Zapatero en la Moncloa, la derecha se echó a la calle para protestar y le gustó. Lo hizo para defender el rechazo a una posible negociación del Gobierno con ETA, para mostrar su apoyo a la Constitución o para proteger la educación y la familia.

En medio de la guerra entre populares y socialistas apareció la pequeña Leonor para añadirle un poco más de picante al asunto. Cuando todos esperaban un niño la Casa Real anunció la noticia. Era niña. Habrá que reformar la Constitución para que pueda ser Reina. "No hay prisa". En eso coinciden y aciertan tanto Gobierno como oposición. Antes es precisa una reflexión realista y sincera sobre lo que nos ha dejado este 2005 para poder decidir con acierto el rumbo a seguir en 2006. Aprendamos de lo que nos enseñan los viajes para que estos sigan siendo experiencias que se inician con ilusión y no con preocupación.

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