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VENEZUELA

La Comunidad Internacional toma cartas en la crisis venezolana

Por Vicente García GandíaTiempo de lectura2 min
Internacional12-01-2003

Las colas a las puertas de muchos bancos para retirar efectivo anunciaban ya el miércoles que algo podía ocurrir. La Federación Nacional de Trabajadores de Banca (Fetrabanca) anunciaba, en efecto, al día siguiente su intención de secundar durante 48 horas la huelga nacional. Una maniobra que, en palabras de su presidente, José Elías Torres, le daría “mayor contundencia al paro cívico y demostrará a los personeros del Gobierno que no hay plena normalidad”. Como consecuencia, una nueva depreciación de la moneda hasta llegar a los 1.646 bolívares por dólar. La Banca nacional sólo había cesado completamente su actividad en 1958, en el transcurso de las protestas que acabaron con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

La semana pasada llegaban por otra parte las confesiones desde Brasil y los mismos temores desde EE.UU. El asesor de Asuntos Internacionales de Lula, Marco Aurelio García, reconocía en el periódico O Globo que “hay estudios que muestran que, en la hipótesis de un conflicto demorado en Irak, la cotización del barril de petróleo podrá alcanzar entre los 50 y 60 dólares. Por eso, bajo el punto de vista económico, nuestra preocupación con Venezuela está al mismo nivel que un conflicto en Oriente Medio”. Brasil justificaba así su ayuda al Gobierno de Chávez y anunciaba su apoyo a la formación de un Grupo de Amigos de Venezuela. Una idea aprobada días después por EE.UU. para alcanzar un compromiso de adelanto de los comicios al que desde Europa también se mostró un “total apoyo”, según el representante de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, Javier Solana. Un plan que se pondrá posiblemente en marcha esta misma semana y del que podrían formar parte Brasil, México, Chile, Estados Unidos, España y algún representante de las Naciones Unidas. Al tiempo que llegaban estas esperanzas de manos de la comunidad internacional, la actualidad política en de Venezuela se centró, entre otros aspectos, en la elección de la nueva directiva del Parlamento venezolano. Aplazada por al absentismo de los diputados chavistas en un primer momento y ante las consignas opositoras de “No hay Gobierno” o “Ni un bolívar más”, finalmente el oficialismo eligió como presidente de la Asamblea Nacional a Francisco Ameliach, un ex militar muy cercano al presidente, y a Ricardo Gutiérrez y Nohelí Pocaterra, dos de sus parlamentarios, para la primera y segunda vicepresidencias. No era la única reorganización ni reestructuración: el ministro de Energía y Minas, Rafael Ramírez, hacía pública al poco tiempo la división de la industria petrolera estatal en dos operadoras con el objeto de agilizar “la burocracia” y “orientarla a un proceso de descentralización”. En cambio, desde The New York Times algunos analistas apuntaban a que la remodelación no era producto sino de intereses más políticos que económicos. Sea como fuere, desde la opositora Gente del Petróleo se denunciaba una vez más la inexperiencia del personal de PDVSA tras el vertido de miles de litros de crudo en las aguas del lago Maracaibo. A la espera de que se vislumbre la manera de financiar el referéndum del próximo dos de febrero, Chávez, demasiado optimista, aseguraba que la producción de petróleo rondaba ya el millón y medio de barriles diarios. Era su ministro de Energía y Minas el que reducía el número de barriles a ochocientos mil ante la mirada atónita de los gerentes rebeldes de Petróleos de Venezuela, que lo situaban cerca de los 150.000. Parece, en cualquier caso, que aún queda bastante para volver a los tres millones diarios.