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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

El tallo recto

Fotografía
Por Almudena Hernández Tiempo de lectura2 min
Sociedad23-04-2018

Os voy a contar una historia que escuché hace unos días y que me ha hecho pensar. Es un testimonio revolucionario para los tiempos que corren. Va de una familia normal, con unos padres currantes, y sobre la reflexión que  hace el padre sobre la educación de sus hijos. Y el amor. Y la libertad del ser humano.

La historia es algo así:

Primero salieron las hojitas, verdes y brillantes, como las más madrugadoras de la primavera. Perfectas a pesar de ser tan pequeñas, pero maravillosamente interpretadas. Luego, gracias en parte a ciertos cuidados, el tallo se espigó y parecía que iba derecho, pues a su alrededor crecían otros que, a la distancia suficiente, le dejaban recibir la luz, el sustrato y la lluvia. Algún sobresalto hubo, con las granizadas a destiempo, algún pájaro de mal agüero e incluso accidentes con el triciclo a toda pastilla. Pero aquella semilla germinada logró hacerse un arbolito independiente. Y el jardinero, orgulloso, se entristeció.

Varias primaveras después, aquellas hojitas verdes eran una vigorosa copa, capaz de dar cobijo a otros seres y dar frutos.

Pero el arbolito derecho prefirió renunciar a todo aquello porque la luz que había recibido empujaba a sus raíces a crecer lejos del suelo.

Algo así contaba hace unos días un padre en una emotiva celebración familiar. A algunos les molesta que los españoles nos vayamos aficionando a tomar la palabra en este tipo de eventos, copiando quizás esa ñoña costumbre anglosajona que vemos en las bodas y entierros de las películas.

Pero hay que ser valiente para tomar la palabra y mostrar desnudo el corazón con voz titubeante en este mundo de postureo y apariencias en las que cada vez más personas pasamos de todo. La gente, en la vida real, tiene sus miedos y sus catástrofes, sus sombras y su mierda, pero también una grandeza espiritual y una intimidad ajardinada que más quisiera la antigua maravilla de Babilonia. La sociedad está en crisis de valores, pero aquí sí hay brotes verdes. O milagros.

Esa metáfora del árbol muestra la riqueza del ser humano, como el padre que cuenta los desvelos para educar rectamente a su hijo, pese a que se estrellase con un triciclo y, en el momento dado, contra pronóstico, no eligiese emparejarse, hipotecarse y ser mileurista.

El arbolito en cuestión quiso ser cura. Y su jardinero, entre lágrimas, le dio un consejo más: que fuese un cura bueno, un tallo recto. Y hoy, en medio de un clero envejecido y en peligro de extinción, lo intenta, como otros muchos jóvenes locos para su tiempo.