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SIN CONCESIONES

Gracias, Miguel Ángel

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión11-07-2017

¿Dónde estabas la mañana del 11 de marzo de 2004? ¿Qué hacías cuando varias bombas estallaron en trenes de Madrid y asesinaron a 192 personas? ¿Dónde estabas el 11 de septiembre de 2011? ¿Recuerdas lo que hacías cuando dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York? ¿Dónde estabas el 12 de julio de 1997? ¿Qué hacías cuando la banda terrorista ETA asesinó de un tiro en la nuca al concejal Miguel Ángel Blanco tras 48 horas de secuestro y chantaje? Imposible olvidar estas tres fechas. Imposible olvidar estos tres atentados. Imposible olvidar la sorpresa, el miedo, el llanto y la incertidumbre que generaron estos crímenes. Pero imposible también olvidar la reacción: la unidad internacional contra Al Qaeda, la solidaridad ciudadana con las víctimas de Madrid, la cohesión política y popular suscitada por Miguel Ángel Blanco. Imposible de olvidar... salvo para los asesinos que apretaban el gatillo y los desalmados que vitoreaban, amparaban, justificaban o aún tratan de entender a los terroristas.

Lo mataron por ser concejal de su pueblo y pertenecer al PP
Han pasado 20 años del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Toda una generación de adolescentes españoles ha crecido ajena a la barbarie que ETA cometió con él. Era un joven anónimo de 29 años. Batería de un humilde grupo musical. De origen gallego pero asentado en el País Vasco. Empleado de una empresa de la vecina Eibar. Edil del pequeño municipio vizcaíno de Ermua. Y afiliado a las Nuevas Generaciones del Partido Popular. Por eso mismo lo mataron, por ser concejal de su pueblo y pertenecer a la formación política del entonces Gobierno de José María Aznar. Miguel Ángel Blanco seguiría vivo hoy si no hubiera dado el paso valiente de participar en política durante los años de exterminio de ETA. También seguiría vivo si hubiera tenido otras ideas y hubiera militado -por ejemplo- en el Partido Nacionalista Vasco, en Eusko Alkartasuna, por supuesto en la filoterrorista Herri Batasuna, e incluso en Izquierda Unida. Pero Miguel Ángel Blanco creía en la unidad de España, en la Constitución de 1978 y en la igualdad entre españoles... todos ellos pecados capitales a ojos de los terroristas.
Miguel Ángel provocó que ETA sintiese por primera vez la exclusión social de sus matanzas
En este país con una Ley de Memoria Histórica tenemos la mala costumbre de perder la memoria cuando más falta hace. Tras 20 años, conviene recordar que el asesinato de Miguel Ángel Blanco fue igual de abominable que los demás pero más cruel por el secuestro previo y el chantaje que ETA lanzó al conjunto de la sociedad española durante 48 horas. Exigía el acercamiento al País Vasco de todos sus presos o, en caso contrario, mataría al joven. Fueron tres días -de jueves a sábado- de angustia y agónica cuenta atrás en las que la ciudadanía despertó al unísono. Manifestaciones en las calles de todo el país, concentraciones silenciosas en el País Vasco, políticos nacionalistas y constitucionalistas unidos de manera excepcional contra el terrorismo, etc. Fueron jornadas extraordinarias en las que España entera se detuvo para gritar "¡Basta ya!" al terrorismo. Lo mejor de todo es que aquel sentimiento no fue pasajero, continuó después y se consolidó con cada acción de la banda, que se vio obligada a declarar una tregua falsa en 1998 para lavar su imagen y reunificar al nacionalismo vasco.
Fue el inicio del final social de ETA, aunque el ayuntamiento senil de Carmena lo minimice
Miguel Ángel Blanco provocó que, por primera vez en tres décadas de atentados etarras, la izquierda abertzale se quedase sola y sintiese la exclusión social que provocaban sus matanzas. La ciudadanía perdió el miedo a ETA, algo inédito en Euskadi, y unió sus fuerzas contra ella. Aquel levantamiento popular por la paz caló en las calles y especialmente en las conciencias de millones de españoles hartos de terror. Fue el inicio del final de la banda, al menos su final social, porque el armado tardaría otros catorce años en llegar. En más de cuatro décadas de atentados, el nombre de Miguel Ángel Blanco sobresale entre otras muchas víctimas del terrorismo. Es una más pero su secuestro y asesinato no fue uno cualquiera, aunque el ayuntamiento senil de Manuela Carmena ahora lo minimice y ningunee en Madrid. Todos los crímenes de ETA fueron igual de repulsivos e igual de condenables pero el de Ermua despertó a una nación temerosa y a una clase política equidistante. Fue un punto de inflexión. Recordar aquel hito y conmemorar aquel despertar es el mejor homenaje que puede hacerse a Miguel Ángel Blanco y es la mejor manera de darle gracias por su sacrificio involuntario. ETA asesinó a una persona pero su muerte resucitó de la anestesia sangrienta a todo un país.