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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Vida artificial

Fotografía
Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad07-10-2015

Los periodistas, acostumbrados a escribir de todo, sin saber de nada en condiciones, andamos siempre por la cuerda floja del equilibrista de los valores. Por eso sobrevive tanto esa especie endémica y carroñera del tertuliano... Y por eso, según venga el aire el reducionismo de los titulares, acaba reinando en uno u otro favor, sin que haya un Salomón cuerdo que quiera dividir al niño en dos frente a la mujer que reclama la maternidad de la criatura y su verdadera madre, que sería capaz de sacrificar una vida sin él con tal de que el pequeño viviera en brazos de la usurpadora. 

En esas estamos, en busca de que la Justicia aclare el complicadísimo caso de Andrea, una niña gallega de 12 años, con una enfermedad rara a la que sus padres no quieren ver sufrir. Es lo único que está claro, pero no el cómo lograrlo. Luego están los dictámenes de los comités de ética (como si en el resto de los mortales no tendría que existir ese concepto) y los médicos del hospital de Santiago de Compostela. Luego está el tiempo, que todo lo cura, dicen, por lo que quizás esos médicos no se atreven a firmar el final de la pequeña, porque quizás vean una posibilidad a que esa misma justicia se ensañe contra ellos. 

Luego estamos el resto. Que opinamos del caso como si se tratase de un partido de fútbol, mientras mojamos los churros en el café o vamos de compras. Será que no tenemos otra cosa mejor que hacer ni otro asunto más conveniente sobre el que conversar. Está claro que la crisis ha pasado a mejor vida y que el debate electoral se ensaña en cuestiones viscerales e ideología pura.

La defensa de la vida, en este contexto, se hace difícil, pero no menos conveniente. Quién no le ha dicho al médico ante alguna situación complicada '¿Si usted fuera yo qué es lo que haría?' Y así se ha podido valorar la decisión de un modo distinto, con la perspectiva de una empatía que los facultativos aprenden, por supervivencia, a no mostrar a los demás. 

Es cierto que Andrea se va a morir, como lo vamos a hacer todos los demás. Es cierto que a veces las leyes son injustas y que contienen vacíos dolorosos. Es cierto que los profesionales se equivocan, porque también son personas. Y es cierto que los padres suelen querer lo mejor para sus hijos. Pero el debate de fondo está en ese equilibrio que no sólo no se produce en la prensa. No se trata de esclarecer qué es lo mejor, sino qué habría que hacer o dejar de hacer para llevar a cabo el bien, un concepto superior que seguro que se sabía al dedillo Salomón. 

Y el bien, como la verdad, el amor y la vida, no deberían llevar apellidos para devaluar su significado, aunque duela.