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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

La Biélorussie, 12 points

Fotografía
Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional16-02-2015

"La Biélorussie, 12 points; Belarus, 12 points; Bielorrusia, 12 puntos". Esta podría ser una de las votaciones del festival de Eurovisión, pero no lo es. Se trata de los puntos del acuerdo de alto el fuego alcanzado en Minsk (Bielorrusia) entre Ucrania y los separatistas prorrusos, con el auspicio de Alemania, Francia y Rusia.

En este caso, en realidad, da igual el número de puntos acordados. Lo importante es que se ha llegado a un pacto para cesar los combates en las zonas orientales ucranianas, y, de momento, parece que está cumpliendo. Cuesta entender que a las partes se le hayan dado casi 72 horas para aplicar el fin de las hostilidades, porque durante ese periodo se inició una carrera contrarreloj para afianzar posiciones, bombardear con más saña al enemigo y reforzar la destrucción.

Aun así, si no queda otra opción, es mejor pagar ese terrorífico peaje, si este sirve para consolidar el inicio de la pacificación. Sin embargo, hay que ser cautelosos porque no es el primer acuerdo de este tipo que se alcanza. Hace menos de un año, en Ginebra (Suiza), ya se aprobaron unas medidas similares, que se quedaron en papel mojado.

No es por ser pesimista, pero ahora, el documento acordado en Minsk podría ser algo parecido a este:

¿Falta texto y solo se ven los 12 puntos? Lo parece, pero si se lee entre líneas, se aprecia que dice algo similar a esto: "En las zonas prorrusas de Ucrania, se va a hacer lo que más le interese a Rusia, se pongan como se pongan Alemania, Francia, la Unión Europea, Estados Unidos, o quien sea".

Increíble, no puede ser, pensarán algunos. Lamentablemente, en las relaciones internacionales también hay mucho del llamado postureo. Cumbres como la de Minsk sirven para reforzar posiciones tanto en el ámbito interior como en el exterior. En esta, todos los participantes salen ganando.

Alemania y Francia lo consiguen porque, después de 16 horas de arduas negociaciones, han logrado un acuerdo de paz y demuestran su actividad en una Unión Europea que, una vez más, va a remolque en los asuntos de política exterior. Ucrania, porque cree que es mejor avanzar con la diplomacia antes que mantener una guerra en la que, después de tantos meses, no avanza. Y Rusia, porque demuestra su fuerza con esa actitud que tanto gusta al presidente, Vladímir Putin, y que muchos consideran hipócrita.

Por un lado, Putin hace ver que es dialogante, con ganas de construir y enseña una imagen amable (que, si prospera puede generarle beneficios como la relajación de las sanciones impuestas). Por otro, reafirma su enorme influencia en la región, fomenta el sentimiento nacionalista en Rusia, y manda un mensaje al resto del mundo: ha regresado como gran potencia. En menos de un año, lo ha demostrado arrebatando la península de Crimea a Ucrania y apoyando a los prorrusos de los territorios orientales ucranianos, de tal forma que el Ejército de Ucrania no logra vencer a los rebeldes.

Por el bien de todos, es necesario volver a tener en cuenta a Rusia después de unos años de ninguneo por parte de la Unión Europea y de Estados Unidos. Precisamente, en este conflicto, el Gobierno de Barack Obama se está planteando si envía armas al Ejército de Ucrania. Aprobarlo sería un error, porque reconocería que el acuerdo de Minsk nace moribundo, y porque daría argumentos a Putin para entregar más material bélico a los prorrusos.

Es decir, se registraría un reforzamiento militar de ambas partes y un recrudecimiento de los combates, que acabarían enquistándose y generando aún más muerte y destrucción. Todo ello, eso sí, en caso de que lo pactado en Bielorrusia no fructifique, que, lamentablemente, es lo más probable.