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SIN CONCESIONES

El caracol Mariano

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión19-11-2014

El caracol es un animalillo simpático, cariñoso en las distancias cortas y con templanza. El caracol nunca tiene prisa porque, entre otras cosas, la rapidez es contraria a su idiosincrasia. El caracol tiene fama de perezoso pero en realidad es de ritmo pausado. Siempre llega a su destino, aunque lo haga el último y la velocidad de sus pasos desespere a cualquier humano por ese movimiento casi imperceptible con el que arrastra el cuerpo por el suelo. El caracol es lento porque Dios lo creó así. Hay que soportarle con sus defectos y saber apreciar sus virtudes. Del carácter del caracol y su falta de agilidad nace la estrategia con nombre de animal que lleva la casa a cuestas. Es propia de personas que cargan sobre sus hombros con un enorme peso de responsabilidad y por ello tienen miedo a poner en riesgo sus posesiones. Cuando llueve fuerte y arrecia la tormenta, del tipo que sea, el caracol se esconde dentro del caparazón y no sale al exterior hasta que escampa y sale el sol. Así es como el caracol sobrevive a las tempestades e inclemencias. Cuando ve brillar el cielo, asoma la cabeza y avanza con todo a favor sin riesgo de sufrir un infortunio. Los insectos que habitualmente corretean a su alrededor suelen morir en cuanto caen unas gotas, en cuanto surge un escándalo y en cuanto truena en medio de la oscuridad. El caracol es un superviviente nato y entre los caracoles subsiste el que se resguarda más tiempo dentro de la concha. Entre estos sobresale el caracol Mariano, único en la especie al ser capaz de desaparecer cobijado en su concha cuando todo el mundo le pide dar la cara y de permanecer ahí dentro durante tres largos días de diluvio catalán. Las críticas y los reproches le importan poco, poquísimo. Él nunca regatea en corto porque carece de cintura para ello. Nunca corre al sprint porque sabe que perdería la carrera. Simplemente avanza a su ritmo convencido de que la vida es un maratón, donde ganan los que al final llegan a la meta y no los que al principio corren más rápido. El caracol Mariano es tan lento que en ocasiones desespera a su familia. Sus compañeros le apremian a actuar más rápido pero él esconde las antenas y se refugia a cubierto hasta estar seguro por completo del paso que quiere dar. Si duda, espera. Si vislumbra algún peligro, espera. Si existe riesgo, espera. La vida del caracol Mariano consiste en cierto modo en esperar y esperar a que las piezas vayan encajando conforme al destino que anhela. Cuando alguien le mete prisa, da un paso atrás y espera. De tanto esperar sus propios colaboradores desesperan e incluso se enfadan pero a continuación asumen que el caracol Mariano es así y así seguirá. Muchas veces han intentado acelerar sus tiempos y muy pocas han tenido éxito. El caracol es un animalillo cauto, sigiloso e introvertido. Está orgulloso de ser así y no aspira a que nadie le comprenda. Desde su perspectiva parsimoniosa, son los demás quienes avanzan por la vida sin cabeza y a lo loco.