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CRISIS ARGENTINA

Deuda, inflación y descrédito internacional empañan el Gobierno de Cristina Fernández

Por Jesús Espinosa Tiempo de lectura4 min
Internacional31-07-2014

La actual presidenta argentina, Cristina Fernández Kirchner, se encuentra en el tramo final de su segunda legislatura. Todo apunta a que en los próximos comicios generales, el país dará un vuelco al resultado con respecto a la renovación de la mujer del fallecido Néstor Kirchner. Los datos son tan inapelables como desgarradores: el Gobierno argentino ha sufrido una devaluación de la moneda y, por tanto, de toda la economía, que ha repercutido indudablemente en el día a día de los argentinos. A esto, hay que sumarle el descrédito exterior del país provocado por las relaciones internacionales que mantiene la presidenta Fernández con otros gobiernos. Y un ejemplo de ello es su actuación, legal pero discutible, de expropiar YPF, filial de la española Repsol.

El primer gran problema argentino es su moneda: el peso. ¿Qué ha tenido que ocurrir, para que el mundo no confíe en la moneda argentina? Las cifras oficiales de inflación están maquilladas, hablan de un 10% anual, una cifra que se aleja mucho de la realidad que es un 25%. Pero la realidad no le gusta al gobierno argentino porque casi siempre va contra él. Los argentinos viven desde hace años en un país cuyo sector exterior está sometido a una fuerte regulación, en el que las noticias económicas no giran tanto en torno a la tasa de paro o a la prima de riesgo, sino sobre el tipo de cambio. El problema es que con unas tasas de inflación como las argentinas, el conocimiento de los tipos de cambio y una lucha eficaz del ciudadano contra la pérdida de poder adquisitivo es clave para llegar a la tercera edad con ahorros. Esta es la cruda realidad del país. Sin embargo, las medidas que propone Cristina Fernández dan que pensar. Solo hay que poner el punto de mira en enero de 2014: el gobierno argentino autoriza a sus ciudadanos comprar dólares para el ahorro, una decisión que solo sirvió para provocar turbulencias en los mercados internacionales. Una operación como la descrita, con una inflación ya de por sí alta, solo hace que se incremente aún más y que cualquier producto importado resultaría más caro de adquirir, si bien las exportaciones se verían beneficiadas al tener una moneda más débil. Por otro lado, la situación económica solo es la guinda de un pastel que tiene como base un populismo interior del gobierno que no termina de agradar. Un apoyo masivo que tuvo como máximo esplendor el anuncio de la jefa del estado de la confiscación de YPF, la mayor empresa petrolífera del país argentina, que es una filial de la empresa española Repsol. La presidenta anunció al mundo que la decisión ya se estaba ejecutando, pero debía recibir el aval legislativo. Sin embargo, solo se trataría de un triste trámite porque la expropiación ya era una realidad. En palabras de la presidenta, el país se quedaba con el 51 % de las acciones de la empresa porque, a su juicio, era la responsable del actual déficit del estado. La presidenta acusó a la petrolera española de practicar una "política de vaciamiento, de no producción, de no exploración". "No se trabajó, ni se produjo sobre el gas convencional que existe", añadió Fernández, que también sostuvo que desde el 2001 "se redujeron las reservas de petróleo en un 50%". Antes de continuar con más ejemplos de ese populismo argentino, cabe destacar las consecuencias que supuso para España y para la UE, dicha expropiación de YPF. "Una expropiación por parte del Gobierno argentino enviaría una señal muy negativa a inversores, nacionales e internacionales y podría dañar seriamente el clima de negocios en Argentina", ha señalado el portavoz europeo de Comercio, John Clancy, en declaraciones a Efe. Al hilo de esas declaraciones, el Gobierno español dijo que esa decisión "rompía el clima de cordialidad y amistad que tradicionalmente había presidio las relaciones entre ambos países", aseguró el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo. Siguiendo con la hoja de ruta de la esposa de Néstor Kirchner, heredera y sucesora del liderazgo argentino, resalta el hecho de que nada más aterrizar en el gobierno, Cristina decidió hundir las garras impositivas en la industria agropecuaria, un sector que es vital en la economía argentina y clave para la prosperidad exportadora del país. Al empezar a decaer los mercados internacionales, en 2008, la líder argentina optó por saciar las arcas del Estado mediante una subida de impuestos a los agroindustriales, fallidos. Más adelante, conforme la inflación iba en alza y los grifos financieros de crédito se secaban, la presidenta decidió tocar el sistema de las pensiones privadas para atender a las deudas. Otra medida que no sirvió para nada, puesto que surgieron después otras deudas estatales que no se podían obviar. Por último, ni el Banco Central se salvaba de la intervención de la presidenta. A inicios de 2010, la presidenta Cristina decidió acudir a las reservas del Banco Central ante la desesperación de la deuda. Al principio, el presidente de dicha institución se negó pero después de despedirlo, tuvo vía libre. Inicialmente se apropió de $6.000 millones para tapar algunos huecos financieros y también, durante esos días, se adueñó de Aereolíneas Argentinas, controladas por la empresa española Marsans.