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TOROS

Manzanares cierra temporada con otra puerta del Príncipe

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Espectáculos24-09-2012

Ha vuelto a ocurrir. Otra vez. José María Manzanares tenía cita en su plaza de la Maestranza. E hizo de tripas corazón y acudió al encuentro, pese a resentirse de la lesión de la mano derecha que ha marcado esta temporada de 2012. La cita, enmarcada en la Feria de San Miguel, suponía otra de las pruebas que los mandamás del escalafón están afrontando estos días después de la triunfal encerrona de José Tomás en Nimes. Palabras mayores.

Pero Sevilla tiene un color especial. Lo sabe bien José María Manzanares. También sabe cómo brillan los flashes rebotando sobre el oro de su traje al salir por la puerta del Príncipe bajo la noche hispalense. Y conoce a la perfección cómo suenan esos oles-bieeen que acompañan a cada muletazo en el centro elíptico del albero sevillano. Lo sabe porque es la tercera vez que logra cruzar la puerta principesca maestrante, la segunda en este año. Por eso puede decirse que José María toreaba en casa. Y para ir al arrullo del hogar no hay excusas ni escasez de entrega. No las hubo. Y el respetable, que casi llenó los tendidos, lo agradeció. Hasta se olvidó de que el torero estaba convaleciente y que había escapado voluntariamente de las recomendaciones médicas para mejorar la lesión de esa mano derecha que tantos quebraderos de cabeza le ha traído. La desmemoria llegó a golpes de ligazón, temple, despaciosidad, pellizco y regusto muy del paladar sevillano. Todo aromatizado con el perfume de la marca Manzana... Todo, los muletazos, los pases cambiados, las tandas de muletazos adheridos unos a otros con armonía y unidad. José María sabía lo que estaba en juego y salió decidido a conseguirlo. A portagayola se fue a recibir a su primer toro, un buen cuvillo al que desorejó. Alto nivel capotero, cuadrilla de matrícula de honor y toreo de muleta de auténtico empollón. Es uno de los listos de la clase que se ganan el favor del claustro en septiembre. También de nota fueron los toros que le cayeron en suerte, marcados con los hierros de Núñez del Cuvillo y Juan Pedro Domecq, y que, sin duda, endulzaron el triunfo en el mano a mano con Alejandro Talavante, que cortó una oreja, y se sintió molesto por el viento. Con el de Juan Pedro, corrido en quinto lugar, llegaron los momentos más plásticos de la cita, pero falló a espadas y sólo pudo cortarle un apéndice. El que necesitaba como pasaporte para que José María Manzanares se proclamase, otra vez, príncipe de Sevilla.