Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

CUBA

La represión castrista sigue intacta cuatro años después de Fidel

Por Javier M. FandiñoTiempo de lectura2 min
Internacional19-03-2010

Castro morirá en la cama, nadie lo sacará del poder. Después de delegar sus poderes en su hermano Raúl en julio de 2006, tras 19 meses de convalecencia, Fidel Castro aseguró al diario oficial Granma en febrero de 2008 que “no aceptaría ni aspiraría al cargo de Presidente de Estado ni comandante jefe”. La esperanza de transición en Cuba se hacía más palpable que nunca. O eso parecía.

El escritor y periodista cubano Norberto Fuentes se mostró desde el principio reticente a ese cambio que se vaticinaba y pronosticaba un secreto a voces: podrá cambiar el líder, pero no espíritu, a Fidel nadie lo sacará del poder. De hecho, casi cuatro años después de su renuncia, la sombra del cabecilla de la Revolución Cubana sigue presente y el país caribeño descubre espejismos donde antes había esperanzas. Ha cambiado el nombre, pero un Castro sigue en el poder, y con él la esencia sigue viva. Eso es al menos lo que concluye el gran número de disidentes cubanos y la organización Human Rights Watch (HRW), y más después de la muerte de Orlando Zapata. José Miguel Vivanco, director para las Américas de HRW, asegura que durante estos casi cuatro años “Raúl Castro ha sido tan brutal como su hermano”. El cuerpo de represión castrista sigue con la salud que ya no goza su ideólogo. Las cifras elevan a más de 40 el número de disidentes arrestados en esta nueva etapa y se han contabilizado, según Elizardo Sánchez, presidente de la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos (CCDHRN), más de 200 presos políticos. El informe ‘Un nuevo Castro, la misma Cuba’, presentado por HRW en noviembre del año pasado denunciaba los continuos abusos de poder contra la oposición mediante un sistema legal que, entre tantas cosas, permite mediante la ley de peligrosidad condenar a un ciudadano antes de que haya cometido un delito si se tiene la sospecha de que pueda cometerlo. De este modo, haciendo uso de las leyes de desacato, desobediencia e insubordinación, el Estado puede castigar cualquier postura contraria a la ideología establecida. Tampoco ha cambiado con Raúl Castro la situación de las cárceles cubanas, sometidas desde hace décadas a condiciones infrahumanas. De acuerdo con el documento, los presos políticos se enfrentan continuamente a malos tratos que, en ocasiones, pueden alcanzar la denominación de tortura. Curiosamente, el informe ya aseguraba que los enfermos encarcelados se encontraban sin cuidados médicos, aserto que se vería desgraciadamente constatado tras la muerte de Zapata. Del mismo modo, el régimen dictatorial cubano sigue recurriendo a la denominada represión o violencia de “baja intensidad” mediante la imposición de multas, la discriminación o las constantes advertencias con ser arrestados a todos aquellos que manifiestan una ideología contraria al régimen de los Castro, sumiéndolos en una situación de perpetua intranquilidad. Para HRW los únicos avances constatables tras el relevo del pequeño de los Castro se han producido en el campo de la educación y la sanidad, pero no hay rastro de la progresiva transición política esperada.