ANÁLISIS DE LA SEMANA
Gomas con aroma a frutas
Por Raquel González2 min
Economía17-02-2002
Un olor dice más que mil palabras. Sobre todo si ese olor trae evocaciones del pasado. No hay mayor satisfacción que percibir aromas que te paseen, por ejemplo, por tu infancia. No hay suplicio mayor que oler el perfume de una persona amada que ya no está más. De la infancia pueden llegan a nuestro presente muchos recuerdos-olores. De nuestras vacaciones en el frío pueblo de los abuelos cuando nos llega el olor que despide una chimenea de leña, o del colegio cuando, por ejemplo, olemos una goma, de borrar, de Milán Nata. ¿Quién no ha olido alguna vez una goma de Milán Nata? En Argentina las gomas, de borrar, reitero, huelen a frutas, pero ese aroma está cada vez más lejos de los escolares. Las restricciones están llegando hasta ese punto. El incremento del precio de la vuelta al cole, provocado por la devaluación del peso, es tal que aconsejan que no se compre a los niños libretas ni carpetas con dibujos, ni tampoco gomas de borrar con aroma a frutas. Aseguran las asociaciones de consumidores que son “productos agregados innecesarios”. Qué lástima llamar a un aroma de la infancia “producto agregado” y qué lástima que se cotice tanto lo que sería en el futuro un bonito aroma-recuerdo. No me gustaría que esto pareciese cierto anuncio de televisión, pero me pregunto a qué olerán los millones de millones que acaudala la familia Botín, casi dueña absoluta del Banco Santander Central Hispano (ahora SCH, pero conocido anteriormente como BSCH hasta que tuvo que mutar sus siglas por la similitud con el Shangai Bank Corporation –HSBC- de Gescartera y allegados). Ana Patricia, la niña, se queda con Banesto, un caramelito que papá Botín definió como “la joya de la corona”. Tampoco es muy fácil saber a qué huele el perdón. Pero se puede preguntar a Alemania y Portugal, ya que han recibido la absolución por parte de la Unión Europea que al principio amenazó con castigarles por su elevado déficit, pero luego se arrepintió. Muchos piensan que a lo que huele esto es a privilegio, a enchufe. En Venezuela huele a decepción. Tanta, que se han visto en la necesidad de devaluar a su héroe de la independencia, Simón Bolívar. Bueno, concretamente lo devaluado es la moneda que lleva con orgullo el nombre de ese libertador, el bolívar. Y España... ¿cómo no va a oler España? El país europeo también huele, pero últimamente no varía el aroma. Como ejemplo, los datos del paro que son reiterativos los presente quien los presente, sea el Instituto Nacional de Empleo o la Encuesta de Población Activa. Se deshincha, dejando un leve olor a crisis, el mercado laboral español.