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IRLANDA DEL NORTE

Los Acuerdos de Viernes Santo, el germen de la paz

Por LaSemana.esTiempo de lectura2 min
Internacional15-03-2009

El año 1998 supuso un punto de inflexión en la historia de Irlanda del Norte. Después de un año y medio de negociaciones, los gobiernos británico e irlandés conjuntamente con los partidos políticos del Ulster sellaron los Acuerdos de Viernes Santo, el pacto que trajo la paz, al menos sobre el papel, a la región.

El contenido del pacto tenía como objetivo pacificar el Ulster estableciendo un Parlamento Autónomo con poderes legislativos para la región diferenciado del de Londres. Para ello, los acuerdos establecían una serie de pasos a tomar por todas las partes que condicionarían los avances políticos. El primero y más importante de todos era el cese de la violencia. Por un lado, los grupos paralimitares tanto el IRA como sus sucesivas escisiones, debían ser desmantelados. Esta premisa fue una de las que suscitó más problemas en la firma del pacto, pues los unionistas norirlandeses exigían pruebas fehacientes de los terroristas antes de llegar a un acuerdo político. Además, los grupos paramilitares unionistas, escasos pero existentes, debían entregar igualmente las armas y la Policía Real del Ulster, el cuerpo de seguridad británico en la región quedaba como un órgano civil sin el carácter militarizado que le caracterizaba. El Ejército británico por su parte, debía asimismo retirarse. En lo político, se estableció el compromiso de crear la Asamblea antes citada con 108 diputados (seis por cada condado norirlandés) y se llegó al compromiso de crear un órgano denominado Consejo Ministerial Norte-Sur, que pusiera en contacto políticamente al Ulster con la vecina Irlanda. La única condición para ser diputado en alguna de las cámaras era la de no tener vínculos con ningún grupo paramilitar. De demostrarse algún nexo, el parlamentario sería expulsado de su escaño. Pese a que en líneas generales los acuerdos fueron un éxito en el mantenimiento de la paz, lo cierto es que la convivencia política no ha sido nada fácil en la región. Y es que desde aquellos históricos días de 1998, la autonomía norirlandesa ha estado suspendida varias veces por la falta de acuerdo político entre unionistas y proirlandeses, que ha hecho imposible la formación de gobiernos estables.