BÉLGICA
La dimisión de Leterme vuelve a dejar al país al borde de la crisis
Por LaSemana.es2 min
Internacional20-07-2008
Yves Leterme, el democristiano flamenco que se hizo con la cancillería belga tras meses de crisis, presentó su dimisión la pasada semana ante la imposibilidad de cumplir sus promesas electorales. No obstante, el jefe de Estado belga, el rey Alberto II, rechazó su dimisión por miedo a la apertura de una nueva crisis y pidió a la clase política exprimir al máximo las oportunidades de diálogo.
El democristiano flamenco Leterme presentó su renuncia ante la imposibilidad de lograr un acuerdo entre las dos principales comunidades del país, flamencos y valones, para descentralizar el Estado. La dimisión, a los cuatro meses de formar un Gobierno de gran coalición, reavivó las especulaciones sobre la ruptura del país. Los encargados por el rey de buscar un diálogo "creíble" para emprender la reforma estatal son el diputado François-Xavier de Donnea y el eurodiputado Raymond Langendries (francófonos), y el ministro-presidente de la pequeña comunidad de habla germana, Karl-Heinz Lambertz. La crisis de Gobierno La pasada crisis belga estuvo marcada por la impotencia del claro vencedor de las últimas elecciones en el país, el democristiano flamenco Yves Leterme, de pactar un nuevo gobierno con los liberales valones. El consenso era necesario dado que pese a que Leterme ganó las elecciones, en Bélgica la Constitución exige que haya un mismo número de ministros flamencos y valones. Debido al estancamiento de las negociaciones, el país estuvo administrado durante siete meses más por el anterior Ejecutivo, que debería haber dejado el poder en un periodo inferior a un mes. Para ilustrar la inusual crisis en Bruselas, la situación durante ésta fue la misma que si tras las últimas elecciones generales en España el Partido Popular hubiera continuado en La Moncloa otros siete meses. La clave de las diferencias entre los democristianos y nacionalistas flamencos por un lado y los liberales valones por el otro, resultó ser la gran reforma del modelo de Estado pretendida por Leterme. Las intenciones de los flamencos pasaron por vaciar al máximo las competencias del Gobierno central para potenciar la autonomía de Flandes y, en consecuencia, también la de Valonia. La radical reforma del sistema convertiría prácticamente a Bélgica de un estado federal a uno confederal. Y es que en los últimos años la idea de la secesión entre los neerlandófonos de Flandes y los francófonos de Valonia está más viva que nunca. Bélgica fue un estado centralista hasta la II Guerra Mundial. A partir de la contienda, las dos comunidades del país y la capital pasaron a ser territorios autónomos. Desde entonces, las diferencias lingüísticas y económicas (Flandes posee claramente mayor riqueza que Valonia y sus habitantes se quejan de los impuestos que deben pagar para el desarrollo de sus vecinos) fueron acentuándose, principalmente a instancias de los flamencos. Mientras que en Valonia prácticamente la totalidad de la población aboga por la unidad, en Flandes los partidos nacionalistas han experimentado un claro ascenso en los últimos años. Incluso agrupaciones de ultraderecha como Vlaams Blok, tildadas de racistas, lograban importantes resultados en las elecciones.