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CHINA

China: los retos del gigante asiático

Por Miguel MartorellTiempo de lectura3 min
Internacional21-10-2007

Pese a la caída de la antigua URSS a finales de los 80, China ha sabido mantener un sistema comunista en un mundo en el que el capitalismo y sus efectos globalizadores están cada vez más presentes. La denominada Cuarta Generación de dirigentes del Partido Comunista ha impulsado la economía de un país que, hoy por hoy, es la cuarta potencia mundial, por detrás de Estados Unidos, Japón y Alemania, pero al que quedan muchos desafíos por superar: la superpoblación, las enormes diferencias entre clases, el problema irresuelto del estatus de Taiwán o la corrupción de sus dirigentes.

El Congreso del Partido Comunista aprobó, en noviembre de 2002, el relevo de sus líderes para dar paso a una Cuarta Generación de mandatarios que supieran aprovechar el extraordinario crecimiento económico del país en la última década para lograr una China más poderosa. Un ingeniero de 50 años, el primer mandatario de China que entró en el Partido Comunista después de la Revolución de principios de los 50, Hu Jintao, asumió la Presidencia e hizo a la mano derecha del anterior jefe de Gobierno, Wen Jiabao, primer ministro chino. Hu y Wen tomaron el control de un gobierno gravemente afectado por el déficit, el materialismo y la corrupción de la era anterior, así como un país con numerosos desafíos sociales y políticos. Sin embargo, durante los primeros años ambos mandatarios estaban atados de pies y manos por la alargada sombra del anterior presidente de la República, Jiang Zemin, que había maniobrado estratégicamente para asegurarse una cuota de poder dentro de la nueva generación de líderes. Con el tiempo, el Gobierno empezó a alejarse de las teorías de Jiang y comenzó una serie de cambios graduales para revertir los efectos del anterior Ejecutivo. Estas políticas tuvieron un objetivo básicamente popular y se concentraron especialmente en la China rural, que se quedó al margen de las primeras reformas económicas que impulsaron el país. Sin duda, dentro de este movimiento reformista, el cambio más sustancial es un paso que revolucionó el concepto del comunismo de Mao al aceptar la existencia de la propiedad privada. Una transformación revolucionaria para un país acostumbrado a vivir bajo el dogma y que supuso la ruptura del Gobierno de Hu Jintao con la herencia de su antecesor. Aunque hoy por hoy los escépticos son más dentro del Partido Comunista chino, sí es cierto que existe una voluntad de cambio y de que las reformas económicas pueden transformar china. Eso sí, dentro de los parámetros comunistas, tal y como se proclamó en el último Congreso del partido, lo que, por un lado, provoca un rechazo de plano hacia cualquier medida de corte capitalista y, por otro, hace que desde Occidente se vea con bastante cautela la evolución china. En todo caso, sus indicadores económicos han supuesto siempre la nota positiva de un país en el que predominan los problemas intestinos. Uno de esos problemas, quizá el que más noticias acapara al Este de Asia, es el estricto control de los medios de comunicación que ejerce el Gobierno chino, que aunque es consciente del enorme poder de las nuevas tecnologías para luchar contra la corrupción de sus políticos, no ha temblado a la hora cerrar periódicos o encarcelar a periodistas más cercanos a la oposición que a los principios del Partido Comunista. En más de una ocasión las reformas efectuadas en este campo han sido calificadas en Occidente como “conservadoras”, la última de ellas fue la decisión de nombrar a un responsable de los medios de comunicación pertenecientes al Partido Comunista para centrar su punto de vista informativo en otros asuntos que no fueran los affairs diarios de la clase dirigente o de sus hijos y evitar así esa imagen más cercana al materialismo que les ha caracterizado tras la era Jiang.