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ORIENTE PRÓXIMO

Pelosi se cita con el ‘eje del mal’ sin el consentimiento de Bush

Por Salvador Martínez MásTiempo de lectura3 min
Internacional07-04-2007

Nancy Pelosi detenta el tercer cargo electo más importante del panorama político de EE.UU., por detrás del de Dick Cheney y George W. Bush, respectivamente, vicepresidente y presidente. En consecuencia, su visita a Siria el pasado martes y miércoles no está ni mucho menos exenta de significado. En palabras de Ziad Haid, director de la corresponsalía del diario progresista libanés Al Sadir, la visita de Pelosi manifiesta que “hay un sentimiento de cambio en la política estadounidense” en la región.

El cambio percibido por Haid consiste en el hecho de que, la semana pasada más que nunca, se tuvo constancia de que en Washington sí existen quienes cuentan con la voluntad de esbozar otra política estadounidense en Oriente Medio. Por ejemplo, Nancy Pelosi, quien, según el editorialista de la radio pública de EE.UU., National Public Radio, Ron Elving, “no está aplicando más que las recomendaciones del informe de la comisión Baker-Hamilton”, a saber, “hablar con los vecinos de la región en crisis” tras la guerra de Iraq. Precisamente fue ese el propósito de Pelosi y su comitiva cuando llegaron a Damasco el martes de la semana pasada. Evidentemente, en el centro de la ciudad vieja, en la que Pelosi se paseó unas horas antes de entrevistarse con miembros de la oposición del régimen sirio, hubo un fenómeno de masas. Tanto fue así que el corresponsal diplomático del The New York Times, Hassan M. Fatah, quién cubrió la gira de la presidenta de la Cámara de Representantes, llegó a escribir irónicamente que el nombre de “Pelosi” se convirtió en una “palabra de uso doméstico” en el citado barrio de la capital siria. Un día después de la cita oficiosa con el pueblo sirio tuvo lugar el encuentro oficial con el presidente de Siria, Bashar al Assad. En esa cita, Pelosi no perdió el tiempo, pues trató una importante cantidad de asuntos con el dirigente, incluyendo los más ásperos. Aunque de manera lírica, la presidenta de la Cámara de Representantes dijo viajar a la capital siria “en la amistad, la esperanza y determinada con que el camino a Damasco es el de la paz”, Pelosi y su comitiva trataron delicadas cuestiones sobre la implicación del régimen sirio en la pervivencia de la inestabilidad política en Líbano, país en donde cuenta con un aliado estratégico, Hezbolá, en Palestina, donde sus aliados son Hamas y Yihad Islámica, y en Iraq, donde según EE.UU., Siria guarda algún tipo de relación con la actividad de los insurgentes. Incluso hubo quien, como por ejemplo, Toni Lantos, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores, preguntó a Al Assad cómo alguien de su inteligencia y conocimiento del mundo podía hacer causa común con Mahmud Admadineyad, el presidente de la República Islámica de Irán. En EE.UU., el viaje de Pelosi fue criticado por la Casa Blanca. El presidente George W. Bush aseguró que, con regímenes como el sirio, “las delegaciones no funcionan”, son, “simplemente contraproducentes”. Sin duda, algo de contraproducente tuvo el malentendido propiciado por Pelosi entre Al Assad y el primer ministro israelí, Ehud Olmert. Según Pelosi, un presidente sirio satisfecho tras su encuentro con la tercera personalidad política de EE.UU., se comprometió con la paz en Oriente Próximo del mismo modo en que lo hacía Olmert a través de un mensaje portado por Pelosi en el que Israel daba cuenta de su misma voluntad política de negociar un tratado de paz entre ambos estados. Sin embargo, la manera en que Pelosi anunció la postura israelí dio la impresión a Tel Aviv de que se había dado un paso de más hacia delante. Así, poco después del anuncio del mensaje de Olmert, se hizo saber desde el Gabinete del primer ministro israelí que, “aunque Israel está interesado en la paz con Siria, este país continúa siendo parte del eje del mal y una fuerza que alimenta el terror en Oriente Medio”, unas apreciaciones que ya quisiera encontrarse la Administración Bush entre los demócratas de Pelosi.