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ESTADOS UNIDOS

La Casa Blanca queda aislada defendiendo el ‘Plan Bush’ para Iraq

Fotografía
Por Miguel MartorellTiempo de lectura5 min
Internacional11-01-2007

George W. Bush, y su gabinete en la Casa Blanca han puesto sobre la mesa una nueva estrategia para dar un giro de 180 grados a la situación que vive Iraq. La esencia de la iniciativa es inyectar en el país mesopotámico una dosis de recursos bélicos sin precedentes para acabar con esa situación “inaceptable”. Sin embargo, el Plan Bush ha generado rechazo entre los demócratas, en los ciudadanos norteamericanos e, incluso, en sectores de las filas republicanas.

Con un semblante serio a juego con las sobrias sombras de la biblioteca de la Casa Blanca, el presidente de EE.UU. apareció en el prime time de la televisión norteamericana para dirigirse a la nación. La primera parte de su intervención la dedicó a entonar el mea culpa por la deriva violenta que vive Iraq, que causa 100 muertes civiles diarias y se ha cobrado ya la vida de más de 3.000 soldados estadounidenses. “La violencia ha dejado en nada los avances políticos”, afirmó Bush, que trasladó toda responsabilidad de la guerra religiosa a la comunidad suní cuando consideró que su estrategia para sumergir al país en un conflicto civil “ha funcionado”. “La situación en Iraq es inaceptable para los estadounidenses y es inaceptable para mí”, pero “la responsabilidad es mía”, admitió. A continuación, el presidente norteamericano comenzó a desgajar las líneas maestras de la nueva estrategia de la Casa Blanca en Iraq. Un plan que se opone radicalmente a los consejos del Informe Baker/Hamilton y a la voluntad demócrata de comenzar a replegar las tropas del país, ceder competencias al Gobierno de Nuri al Maliki y entablar diálogo con Irán y Siria para estabilizar la región. Un giro de 180 grados Para “ayudar a los iraquíes a despejar y garantizar la seguridad de los barrios”, Washington propone enviar al país mesopotámico 21.500 soldados que se unirán a los 132.000 que están destacados en la región. De ellos, 17.000 se desplegarán progresivamente en Bagdad y 4.000 serán destinados a la provincia de Al Anbar, considerada por EE.UU. el bastión de los insurgentes. "Si incrementamos nuestro apoyo en este momento decisivo y ayudamos a los iraquíes a romper con el actual ciclo de violencia podremos adelantar el día en que nuestras tropas comiencen a venir a casa”, explicó el presidente. El Plan Bush se sostendrá con un presupuesto de 6.800 millones de dólares adicionales, de los cuales, sólo 1.200 serán destinados a labores de reconstrucción, el resto, financiará la vertiente militar de la estrategia. Las cifras en dólares pueden convertir 2007 en el año más costoso de la guerra para EE.UU. con un presupuesto total de más de 100.000 millones de dólares. Sin embargo, Bush se justificó: “las anteriores campañas fracasaron porque no hubo suficientes tropas, ni iraquíes ni estadounidenses, para proteger los barrios que habían quedado despejados de terroristas e insurgentes”. Bush reconoció que la nueva estrategia no es una receta mágica que acabará de inmediato con el problema en Iraq. “Incluso si nuestra nueva estrategia funciona exactamente como hemos planeado, los actos letales de violencia continuarán y debemos esperar más bajas iraquíes y estadounidenses”, advirtió. Ultimátum para Al Maliki A su juicio, la iniciativa es mejor que iniciar la retirada de las tropas como proponen sectores de la sociedad estadounidense, pues “ocasionaría el colapso del Gobierno iraquí, desintegraría el país y resultaría en asesinatos masivos a una escala inimaginable”. Sin embargo, no todo queda en manos de EE.UU. y Bush se esforzó en remarcar la responsabilidad del Gobierno de Al Maliki en la nueva estrategia. “El compromiso de EE.UU. no es indefinido. Si el Gobierno iraquí no cumple sus promesas, perderá el apoyo del pueblo estadounidense y el apoyo del pueblo iraquí. Ha llegado el momento de actuar y el primer ministro así lo entiende”, aseguró Bush. Según dijo, Al Maliki se ha comprometido a tomar el control de todas las provincias de Iraq en noviembre, frente a las tres que ostenta actualmente y donde se han dado conatos de revolución alarmantes. Con ese objetivo, el Ejecutivo iraquí aumentará los efectivos de sus Fuerzas de Seguridad, pero, de momento, no contará con la colaboración de los países circundantes. En su discurso, Bush reiteró su negativa a entablar diálogo con Irán y Siria y les acusó de contribuir a la desestabilización del país apoyando a los escuadrones de la muerte chiíes y facilitando armas a la insurgencia contra EE.UU. El rechazo de la mayoría Bush no va a tener fácil convencer a los estadounidenses sobre la viabilidad de su nueva estrategia. En las filas demócratas el rechazo se expresa alto, claro y de forma contundente, entre los republicanos el Plan Bush no acaba de convencer, y en la sociedad norteamericana una gran mayoría rechaza la idea de enviar 21.500 soldados más a Iraq. Uno de los senadores republicanos más influyentes, Chuck Hagel, llegó a afirmar que el discurso del presidente “representa, si se llega a llevar a cabo, la metedura de pata más peligrosa en la política exterior de este país desde Vietnam”. Incluso algún general estadounidense consideró que el aumento de efectivos militares es darle a la insurgencia “21.500 nuevos objetivos”. Además, según una encuesta realizada por The Washington Post y ABC News, la sociedad estadounidense se opone al plan. Un 61 por ciento se opone a la estrategia y un 52 por ciento rechaza de plano el envío de nuevos soldados. Con este apoyo social y político de fondo, los demócratas ya han puesto en marcha su propia estrategia para bloquear el Plan Bush. La primera en expresar el rechazó demócrata a las intenciones de la Casa Blanca fue la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, quien advirtió a Bush y su gabinete de que ya no cuenta con un “cheque en blanco”. Así, la oposición, mayoritaria en el Senado y el Congreso, tratará de tumbar la estrategia de Bush en la vía económica, negándose a cualquier ampliación de fondos para Iraq. Si los demócratas encuentran a nueve senadores republicanos que apoyen sus ideas, lograrán los votos que necesitan para bloquear el plan de la Casa Blanca en el plano económico.