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ANÁLISIS DE CULTURA

Leyendas de ciudad

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura3 min
Cultura18-12-2013

Donde antes se vigilaba desde lo alto de una torre, cuando era una muralla la que nos salvaba de los peligros del forastero conquistador, ahora un aparato volante más propio de película de ciencia ficción está a punto de surcar los cielos para vigilar los tejados de Madrid. Octocóptero lo llaman. La villa se adapta a los tiempos, que dejan su huella bajo los suelos de los macizos cristales que adornan una de las posadas más famosas de la Cava Baja de Madrid y que permiten ver a los visitantes pedacitos de esos imponentes muros. Mohamed I fundó Mayrit en el siglo IX, y decidió aprovechar lo que es hoy el Palacio Real para construir un alcázar amurallado, que el muchacho precursor de los “gatos” madrileños conocía bien y que ayudaría al rey de Castilla Alfonso VI a conquistar la ciudad. Un enclave que ha dejado leyendas a lo largo de los siglos y que Manuela Tomás Pascual y Claudia Cifuentes Tendero han sabido reunir con pulcro gusto en el libro Leyendas de Madrid. (...) Señor, a Madrid queréis, y a Madrid ha de ser vuestro, dice la anciana temblando por los años y el respeto. Aquí se encuentra la entrada del subterráneo secreto. Conozco bien la cava, los peligrosos cruceros, de antiguos trabajos moros, útil y feliz recuerdo (...) (romance, S. XIX) Que levante la mano el madrileño que ha recorrido medio mundo y aún no ha investigado con precisión la ciudad en la que nació, el significado de cada calle y la explicación de su nombre. Que Preciados, además de albergar la tradición más castiza de pisarla en Navidad, de ser el lugar en el que cada año miles de niños cantan la pegadiza canción Cortylandia, proviene del apellido de dos hermanos que vivían allí, de oficio almotacenes. Que la Iglesia de San Pedro el Viejo contaba con una gran campana que decían provocaba enormes aguaceros y avisaba a los labradores de que se acercaba tormenta. Que algunos madrileños temían pasar por la calle Núñez de Arce porque cuentan que todas las noches el fantasma de la agorera Maria Mola intimidaba a los vecinos. Y si los adoquines de la Plaza Mayor de los Austrias hablaran…tardarían días en contar que allí se celebraba el mercado de la Villa, que allí pasaron culebrones reales que superan los de los programas del corazón, que allí se ejecutaban delincuentes comunes o que sufrió devastadores incendios en 1631, 1670 y 1790. Y un número, el balcón 447 de la Casa de la Panadería, uno de los ocupados por la Casa Real en fechas de diversos acontecimientos, y que guardan historias que ni la del Rey con Corinna. Recomendación para viandantes: si las fechas aconsejan ajustar gastos y los viajes se quedan para gusto de documental, paseen por las calles de Madrid si tienen la ocasión. A veces la mejor terapia consiste en quitarse la venda de los ojos y mirar a nuestro alrededor. Pasar por delante de la Casa de las Siete Chimeneas sabiendo que puede que Felipe II mandara construirla para guardar sus secretos amorosos. Pararse en el número 21 de la calle Segovia, donde en el siglo XVII vivía un cura honesto que dejó su legado a un pastor. La a partir de entonces llamada Casa del Pastor alberga uno de los escudos más antiguos de Madrid, oculto, eso sí, en un edificio construido en los años 80. Los lugares por los que todos los días pasamos esconden anécdotas que las prisas se dedican a tapar, un poco de atención es suficiente para viajar el tiempo sin coger ningún avión. Próxima entrega: León y Astorga

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press