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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Es mejor perder lastre que encallar

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura2 min
Internacional16-07-2018

La Unión Europea está viviendo tiempos difíciles. Posiblemente, sean los más complicados de su historia, ya que tiene que hacer frente a desafíos externos y, lo que es peor, a problemas internos. Durante las décadas que atesora de existencia, ha ido consolidando su proyecto, principalmente, económico y también con pequeños pasos en lo político para lograr estabilidad, prosperidad y bienestar social en Europa.

Es innegable el valor que ha aportado la Unión Europea tanto a los estados como a las personas del sur y de la periferia continental para reducir las diferencias con los del centro de Europa. Sin embargo, la crisis económica global y la gestión de la llegada de refugiados han hecho mucho daño. Además, el auge de los movimientos nacionalistas y populistas se están convirtiendo en un caballo de Troya para Bruselas.

Por si no fuera suficiente, la Unión Europea tiene que afrontar la ruptura con Reino Unido. El conocido como Brexit se está negociando para culminar en 2019 y queda por saber de qué manera se concreta. Es lógico que las relaciones, incluso las más duraderas, puedan deteriorarse e incluso acabarse. Además, los británicos, especialmente los sectores conservadores, han sido una china en el zapato de la construcción comunitaria.

El referéndum del Brexit lo ganaron los partidarios de salir por un estrecho margen, y la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, busca lograr el mayor acuerdo posible con Bruselas para que la ruptura sea lo menos traumática para ambas partes. Sin embargo, May se está encontrando con miembros de su propio Gobierno que buscan una salida brusca.

Siempre es doloroso perder alguno de los integrantes de un proyecto que se ha forjado con tanta ilusión y que ha dado buenos resultados, a pesar de las dificultades. Aun así, la Unión Europea no debe ser como una secta que impide salir a sus integrantes. Aquellos que no estén a gusto deberían tener la puerta abierta para irse, si su población lo desea.

Evidentemente, no se les va a echar, pero si se quieren marchar que lo hagan, con todas sus consecuencias. De lo contrario, cualquier negociación y proyecto comunitario se va a ver cuestionado y hasta torpedeado por los países que han caído en manos del populismo o, simplemente, por los que no quieren trabajar en común. De este modo, además, se evitan lastres que pongan en riesgo la construcción y el avance de la Unión Europea.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD