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ANÁLISIS DE CULTURA

Entre cavernícolas e imborrables

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura4 min
Cultura05-02-2018

 Virginia Woolf no deseaba que las mujeres tuvieran el poder sobre los hombres, sino "sobre ellas mismas". El ser humano como ciudadano debe luchar por sus derechos individuales entre iguales. Y esa debe ser la lucha. Las mujeres no están por encima de los hombres, al igual que éstos tampoco lo deben estar. Es la meritocracia la que tiene que prevalecer por encima del género. En caso contrario y con las cualidades humanas anuladas por cuestión de género, estamos perdidos.

 Y lo escribe una mujer que no quiere tirar piedras sobre su propio tejado. Enorgullecen los primeros pasos marcados con fuego: la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana de 1791 (aunque llegara dos años después) sello de Olympe de Gouges. La Asociación Americana para el Sufragio de las Mujeres, el acceso por primera vez en España de una mujer a la universidad (eso sí, bajo el permiso especial del rey Amadeo I). Marie Curie recibe el Premio Nobel de Física. Margaret Thatcher llega al poder. La Constitución española reconoce la igualdad entre hombres y mujeres. Son los hitos logrados hasta ahora. Que podrían acabar reducidos a cenizas si perdemos la personalidad y heroicidad de lo conseguido hasta ahora.

 Y sí, aunque en los últimos años la brecha salarial entre hombres y mujeres se ha reducido, habrá que esperar 70 años para que desaparezca según la Organización Internacional del Trabajo. Con la lacra de la violencia de género, que dejó al menos 56 mujeres asesinadas en 2017. Que debe seguir teniendo el altavoz en los medios de comunicación y recibir el apoyo necesario por parte de la sociedad.

 Y llegó el movimiento #Metoo. Y las actrices se vistieron de negro contra Harvey Weinstein o Kevin Spacey. Y en España, con escasa personalidad por cierto, apoyó la campaña en los Premios Goya. Pero esa misma noche vimos dos directoras nominadas al legendario cabezón. La gala, que tendría que haber sido la más reivindicativa, se convirtió en la más cavernícola, con una presentación que, ya sabemos, dejó mucho que desear, con una aparición estelar de la actriz Cristina Castaño que mereció haberlo hecho toda la gala, para olvidar así vómitos inemitibles y dientes pintados de chocolate al más puro estilo adolescente acnéico por parte de Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes, pareja que en otros contextos han despertado en muchos de nosotros alguna que otra carcajada.

 Y entonces fue premiado un cortometraje de animación sobre Woody Allen, galardón que nadie criticó. Woody & Woody, del mallorquín Jaume Carrió, sobre el que ahora califican en Hollywood como monstruo, que por cierto no fue enjuiciado hace un cuarto de siglo por falta de pruebas, pero que debe temblar a partir de ahora, hasta el punto de ver peligrar su última producción porque Amazon se lo está pensando. Sin saber si de verdad cometió tales abusos, y si los hubiera cometido ¿debemos borrar de un plumazo la filmografía de una leyenda viva? ¿debemos pasar por alto que entonces estaba en trámites de separación con Mia Farrow y la consecuente batalla por la custodia de sus hijos? ¿debemos criminalizar ahora una relación, en todo caso cuestionable pero no para criminalizar, con su hija adoptiva? ¿le retiramos el Premio Príncipe de Asturias de las Artes? ¿A quién debemos odiar ahora? ¿debemos quemar parte de nuestras pinacotecas por albergar cuadros que ahora serían vistos como machistas? ¿dejamos de impartir historia en los colegios?

 Hacen falta muchas más iniciativas que un abanico rojo con un hashtag cuando en tu propio partido impera el hombre por encima de la mujer (aunque en este caso Pablo Iglesias más que pecar de machista lo hace de un egocentrismo imperante). Hace falta seguir dando más oportunidades a la mujer en el mundo laboral. Hace falta que la conciliación sea una realidad. Hacen falta, en definitiva, unos años más. Y menos campañas de marketing que prometen más postureo que acción efectiva. Debemos tener cuidado en caer en el odio sistemático al hombre por el hecho de serlo. Porque entonces caeríamos en el mismo error de arrinconar al hombre apestado porque las mujeres "siempre llevamos la razón".

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press