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ANÁLISIS DE ESPAÑA

No era una broma

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España13-11-2017

Menos de un mes después de que el Parlamento catalán proclamase la independencia de Cataluña, han pasado demasiadas cosas que permiten sacar algunas conclusiones. La primera son los efectos reparativos que tienen las herramientas del Estado de Derecho a la hora de hacer que se cumpla la Ley. El miedo escénico de Forcadell en el Tribunal Supremo, consciente de lo que había sucedido con los consellers, quizá sea la prueba más significativa, pero no la única. Antes que ella, Puigdemont ya huyó a Bélgica desde donde agota su figura de presidente en el exilio mientras sus anteriores aliados le van abandonando. Se le va a hacer muy larga la estancia en Bruselas. Los escuetos apoyos internacionales que ha recabado casi juegan más en su contra que a su favor. Junqueras y el resto de encarcelados barajan solicitar una nueva comparecencia ante la jueza para cambiar su estrategia, salir de prisión y participar en la campaña en la que la antigua CiU jugará el papel de mera comparsa. Hasta las CUP ya han anunciado que acatan las elecciones autonómicas convocadas bajo el 155.

Si Forcadell dijo que la declaración de independencia había sido algo simbólico, la última en sumarse a esta tesis ha sido, desde Bruselas, la exconsellera de Educación, Clara Ponsatí. Ha dicho que la Generalitat no estaba preparada para aplicar la independencia. Lo dicen ahora ante un horizonte de muchos años de cárcel. Pero lo cierto es que no era ninguna broma. Que no estaban preparados es un hecho, que aún así lo iban a hacer, también. Así lo acreditan algunos documentos internos que se van publicando tras los registros policiales y que ya obran en poder de la Justicia. Lo grave es que sea el Gobierno el primero dispuesto a creer que todo era una broma. Ya no es ningún secreto que Rajoy hubiese preferido que nadie hubiese ido a la cárcel. Su portavoz, Iñigo Méndez de Vigo, calificó como una buena noticia que Puigdemont se presentase a las elecciones. El ministro del Interior y juez de carrera, Juan Ignacio Zoido, pidió al Tribunal Supremo que tuviese en cuenta el contexto antes de decidir sobre los miembros de la mesa del Parlament.

Lo que dijo Zoido no es muy diferente de aquellas togas que debían mancharse con el polvo del camino o el Guantánamo electoral de Conde Pumpido. La ley viene determinada por artículos, pero no por contextos. Si hubiese que atender a contextos, ahí tiene un montón de personas desahuciadas de sus casas dispuestas a explicarle su situación. Y como colofón, el presidente del Gobierno ha reivindicado este fin de semana desde Barcelona el carácter pactista del nacionalismo. Como si esa manera de entender la política del nacionalismo catalán no fuese el viento que ha derivado en estos lodos. Toca recordar una vez más aquella viñeta de Mingote en la que un grupo de ciudadanos se lamentaba de su costumbre de querer seguir siendo españoles a cambio de nada. El Gobierno incurriría en una enorme ingenuidad si no valora las herramientas que han permitido sofocar esta intentona secesionista y si de verdad cree que será la última. El futuro seguirá en juego después del 21-D. Independientemente del resultado.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio