Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Buen tiempo

Fotografía

Por Almudena Hernández Tiempo de lectura2 min
Sociedad17-10-2017

Se parte el alma porque el campo esté tan seco como las cenizas en un crematorio, que no corran los arroyos y que sobre Madrid reine una corona mugrienta de contaminantes. Hace un calor inusual a lo que, inexplicablemente, algunos llaman "buen tiempo ". Y no es verdad. El buen tiempo sería ver la hierba crecer con las lluvias de este otoño maldito, mojarse los pies cuando un autobús se acerca a la acera y fastidiarse sin poder tomarse una cerveza en la terraza del bar.

Los incrédulos del pregonado cambio climático llevamos el pecado en la penitencia. Queremos respirar sin humidificadores y abrir la ventana para disfrutar del olor a ozono. Y menos mal que la temperatura no urge a encender las calefacciones, de las que los científicos y los políticos populistas deberían darnos cuenta ¿contaminan más o menos que los coches y sus restringidos ocupantes? Quizás no sea necesario lucir manga corta en un quinto piso mientras la capital se aproxima al invierno, ni utilizar el automóvil para ir a por el pan.

Luego nos dicen que la Antártida se derrite a trozos kilométricos y que un huracán se ha acercado demasiado a la Península Ibérica. Y lo escuchamos como de fondo, cual banda sonora para amenizar la jornada de un día gris en el que los catalanes han dejado de ser un poco noticia para dar paso a los gallegos y asturianos.

Dicen los del noroeste que los fuegos están acabando con ellos. Y que no se queman, que los están quemando. Y es verdad que las leyes y los políticos y la falta de medios y lo sucio y descuidado que está el monte pueden estar entre las causas. Pero no es casual que varias decenas de incendios hayan surgido de la nada sólo por el inusitado fenómeno meteorológico de vivir en octubre a más de 30 grados de temperatura, vientos de más de 30 kilómetros por hora y una humedad inferior al 30%. A Galicia la están quemando posiblemente los propios gallegos, pues las investigaciones apuntan a que había que conocer las zonas para provocar esos incendios de forma tan dañina.

El monte del norte (y nuestro vecino Portugal, los efectos del tiempo no saben de fronteras) tardará en recuperarse bastante más que lo que duren las penas que pueda imponer la Justicia a los díscolos mandamases catalanes. Y las consecuencias del pregonado cambio climático nos afectarán a la salud, al bolsillo y a la vida cotidiana más de lo que creemos. Y no nos damos cuenta. En el pecado seguimos llevando la penitencia.

Preferimos poner pies en polvorosa en el puente y bañarnos en el mar para presumir del veroño. Pero algo podremos hacer porque este buen tiempo es para poner muy mala cara, sin charcos donde reflejar nuestra preocupación ¡Que llueva!

Fotografía de Almudena Hernández