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SIN ESPINAS

Los sueños

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura3 min
Opinión18-07-2004

Dicen que “para que las cosas buenas salgan, antes hay que soñarlas”. Yo, lejos de querer ser un iluso, que a veces lo soy, prefiero conservar siempre la vena idealista que me ha llevado a trasformar en realidad algunos de mis sueños. El primer gran sueño de mi vida era licenciarme como periodista. Si ahora echo la vista atrás para recordar mis planes acerca de cómo creía que iba a ser mi camino hasta conseguirlo, la consecuencia es una carcajada que denota cuan ingenuo fui al soñarlo. La cosa no fue fácil porque tuve que trabajar dentro y fuera de las aulas para pagarme buena parte de la carrera y para no perder la importante beca y el depósito de confianza que la universidad en la que estudié puso en mí. Los condicionantes exigieron una responsabilidad que tornaron mis ilusiones en una realidad que afrontar y construir cada día de aquellos cinco años. Y, aunque la cuerda estuvo a punto de romperse en algún momento, por la fatiga unas veces y por las dificultades que todos podemos pasar a lo largo de media década, al final, todo contribuyó a fortalecerme y a aprovechar mi paso universitario de la manera más notable. Creo que las claves fueron varias: los compañeros que Dios puso en mi camino y que, hoy por hoy, son las amistades más importantes de mi vida; el seguimiento personalizado durante la carrera de unas personas que vieron en mi una inquietud y que no escatimaron un sólo esfuerzo para guiarme y ayudarme en el camino; la ayuda providencial, por supuesto, diría que “se me apareció la virgen” en muchas ocasiones; y sobremanera tener claro el horizonte hacia donde caminar cada uno de aquellos días. Mi sueño se veía allí -a lo lejos cada jornada- y aunque no siempre terminaba con puestas de sol preciosas, sino con oscuridad y nubarrones, siempre tuve la certeza de que estaba allí. Tres años después de haberlo alcanzado, el sueño que convertir en realidad y por el que luchar es otro: ser un buen periodista. Tres años de experiencias laborales me muestran un mundo muy complicado donde uno ahora no se esfuerza por hacerse un hueco, sino siquiera por conseguir un contrato que le dé de comer. De nuevo, la fe, la esperanza y tener claro el objetivo te proporcionan el aliento, el ánimo que te roba la realidad de esta profesión: un mercado que sólo se mueve en recesión, o sea, para despedir a la gente. En tiempos de Tour, me siento como el ciclista que hace la goma para no quedarse descolgado de la tarea profesional que otros muchos, agotados, han cambiado por cualquier cosa que les permita llegar a fin de mes. Pero precisamente ese largo y “escarpado” camino que has recorrido es el que te ayuda a sacar fuerzas de flaqueza para seguir en la carrera de hacer y vivir de lo que te gusta. Nuevamente toca comprometerte con tu sueño. Además, los creyentes sabemos que Dios obra en la fidelidad y en la perseverancia. Mediante esa fidelidad y apertura a lo que Él nos va pidiendo, se nos revela y va coordinando los pasos que tiene previstos en nuestras vidas. Si vivimos fieles a Él, Dios, a su modo y tiempo, obrará en nuestro favor, aunque, como veis, no sin cruz.

Fotografía de Javier de la Rosa