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EL REDCUADRO

Terenci murió en Bagdad

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión07-04-2003

Machado: "Un golpe de ataúd en tierra es algo completamente serio". Más todavía si ese golpe de ataúd suena en la tierra alfombrada del salón de Ciento, del ciento y la madre de lectores que pasan a decir adiós a Terenci Moix en la civil capilla de cera ardiente del ayuntamiento de su pueblo. No digas que tu felicidad en Alejandría fue un sueño. Pero hay quienes no respetan ni la seriedad del golpe de ataúd en tierra. Lo que nos quedaba que ver ya lo vimos: el mitin pacifista de cuerpo presente. Creía que habíamos alcanzado un grado de madurez democrática que nos permitía dejar a los muertos tranquilos. Compruebo que no. Siguen estando las dos Españas en pie, cada una con su ataúd a cuestas, como los gitanos que llevan a Joselito el Gallo en el bronce del mausoleo de Benlliure. Piénsese que la guerra civil empezó por el choque entre dos entierros: los que llevaban el ataúd del Teniente Castillo y los que portaban el de Calvo Sotelo. Un entierro bien utilizado ha dado siempre aquí mucho juego: Zorrilla se dio a conocer leyendo unos versos en el entierro de Larra y Pilar Miró ganó su primer Goya organizando para Tierno Galván un entierro a la federica. Con el pobre Terenci han hecho algo que aquí se estila en cada referéndum, cuando deben ganar los nuestros: hacer votar a los muertos. Progres viejorras de la ex Gauche Divine, de sacerdotisas de Tebas, nos han hecho creer que Terenci ha muerto por la paz. Que más que morirse, ha sacado una pancarta contra la guerra en forma de esquela de defunción. Y han acudido al registro de ultimas voluntades para leernos su testamento. Igual que César Vallejo quería que todos los paraguas fueran a su entierro, Terenci, dicen las esfinges del Nilo, no quería que fuera a su entierro ni un solo coche oficial del PP ni de Convergencia. Debe de ser la magia de la literatura. Hasta ahora, tras su muerte, la voz de los escritores quedaba en el mármol de sus palabras. Terenci, que era en realidad un sacerdote de Ra en la corte del faraón Lara, ha llegado a más. Nos quedan sus palabras, sobre todo una: no. No a la guerra, no a la derecha en mi entierro. No me extrañaría que en las próximas elecciones votaran por Maragall en su nombre, como ahora manipulan su ataúd como si hubiera muerto en un bombardeo de Bagdad. ¿Quién ha matado a Terenci, el tabaco o Bush? Y es que con esto de la guerra ni a los muertos dejamos en paz.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor