ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
Un acuerdo esperanzador
Por Isaac Á. Calvo2 min
Internacional12-10-2018
El acuerdo entre el Vaticano y China es más importante de lo que parece. Podría entenderse como una claudicación de la Santa Sede ante el régimen comunista chino, pero va mucho más allá. Este entendimiento garantiza que los cerca de 12 millones de católicos puedan profesar su fe de forma libre, sin esconderse y contando con el amparo de Roma. Además, avanza en la reconciliación de ambas comunidades.
Hasta ahora, China, en su afán por controlar la vida de los ciudadanos, prohibía cualquier manifestación religiosa que se escapara de su control. Por eso, consciente de que había una minoría seguidora del catolicismo, creo una religión católica a la carta, controlada por el régimen. Este, además, era el encargado de nombrar obispos, sin la aprobación del Vaticano.
El acuerdo quiere poner fin a esa división y es fruto del trabajo que ya inició san Juan Pablo II y que continuó Benedicto XVI para que la Santa Sede pueda llevar a cabo "los fines espirituales y pastorales que le son propios", "sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica en China".
Este pacto supone también que las autoridades chinas y vaticanas van a trabajar conjuntamente para encontrar "buenos pastores" para los católicos chinos. Además, es el punto de partida para superar la división y acabar con décadas de sufrimiento espiritual y de persecución.
Evidentemente, no es fácil hacer borrón y cuenta nueva en una situación tan arraigada y, al mismo tiempo, sensible. Por eso, es necesaria la implicación leal de China y del Vaticano para consolidar lo que ahora comienza.
Siempre es mejor que las partes cedan en alguna de las pretensiones y llegar a un acuerdo para acabar con una situación anacrónica que se prolongaba décadas y que supuso que millones de personas que habían recibido y transmitido la fe desde hace siglos fueran perseguidos por no someterse a la religión católica china.
Además de salir de esa clandestinidad y de perder el miedo a practicar su religión, el acuerdo también supone que el Vaticano retoma el control de la doctrina y ampara a los fieles. Sin duda, estos hechos son una buena noticia y van a contribuir a la propagación de la fe.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD