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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Y ahora la Constitución

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España16-10-2017

El mero gesto de sacar la reforma de la Constitución en pleno desafío independentista da pie al error de pensar que la Carta Magna tiene alguna culpa de la crisis en Cataluña. Rajoy se ha marcado como objetivo contar con el soporte del PSOE en su respuesta a la Generalitat y eso tiene un precio. A cambio de su apoyo en la aplicación del artículo 155, el Gobierno permite a Sánchez apuntarse un tanto: arrancarle al inmovilista Rajoy la apertura del melón constitucional. Algo que vender como un logro ante su público, siempre reacio a cualquier sintonía con el PP. Al mismo tiempo, le refuerza como líder y de paso le arrebata a Podemos la bandera de su rechazo a lo que Iglesias llama el régimen del 78. Con todo, no deja de ser un brindis al sol, pues no se cambiará un solo artículo sin el visto bueno del PP. Mientras tanto, fuerza un cambio de agenda política que no le desgasta -al contrario- y que desvía la atención de otros asuntos como, por ejemplo, la corrupción.

Puede que fuese el Rey quien instase a Rajoy a mantener la unidad del bloque constitucional, pero la firmeza mostrada por Felipe VI en su discurso radicaba precisamente en la defensa de la Carta Magna que ahora el Gobierno ofrece retocar presentándola casi como un obstáculo para el entendimiento entre españoles. De pronto el monarca parece sonar más lejano y solitario. Es como si al Rey se le hubiese adjudicado el papel de poli malo en esta trama mientras el Gobierno sigue amagando en su respuesta a la Generalitat. Eso no entrañaría riesgos si no hubiésemos empleado tanto esfuerzo en convencer a la sociedad de que la razón de ser de las monarquías es la campechanía y no la legitimidad de los siglos. Del mismo modo que quizá nada de esto hubiese sido necesario si no se hubiese denostado tanto la opción del artículo 155, algo perfectamente legal, pero impopular hasta hace sólo unos días cuando el reto soberanista ha sido innegable.

Resulta de todo punto ingenuo pensar que uno solo de los independentistas de Cataluña se va a contentar con una reforma constitucional. Más bien al contrario, el relato victimista del nacionalismo correrá a apuntalar su argumento del cerrojo constitucional a la espera de que alguien pique el anzuelo. Se puede decir que ha calado esa idea de que una Constitución deja de ser democrática cuando se aplica sobre una mayoría de gente que no la ha votado. Por una mera cuestión de edad. Eso es lo mismo que reconocer que ninguna Carta Magna es del todo democrática cuando cumple 18 años de vigencia. Algo tan absurdo como aceptar que en la Unión Europea no hay ningún país plenamente democrático. ¿Qué habría que hacer con el resto de leyes aprobadas antes de 1999? Urge recordar que es en el Código Penal y no en la Constitución donde se halla la mejor respuesta a los pasos que desde hace tiempo viene dando la Generalitat.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio