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ANÁLISIS DE CULTURA

La mitología sedienta

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura3 min
Cultura18-10-2017

Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en que la zona alta de la ciudad de Segovia tenía serias dificultades para acceder al agua. Y que la excursión de sus habitantes a las afueras para conseguirla era para contar a los nietos. Entre ellos una joven criada que cada día bajaba su cántaro vacío para culminar la heroicidad que conlleva subirlo lleno de agua. Prueba que no hay triatlón que hoy supere.

 Hasta que un día la pobre muchacha exclamó: "daría lo que fuera por que el agua llegara sola a las puertas de la ciudad para no tener que volver nunca a recorrer este camino". No supo si presa de la extenuación, creyó escuchar una voz que decía: "¿Estás segura de que darías cualquier cosa a cambio de que el agua llegara a las puertas de tu ciudad?". Se dio la vuelta y se encontró a un hombre y tras recobrar el pulso tras el susto volvió a contestar que sí.

 El hombre le pidió que diera su alma a cambio de que Segovia tuviera acceso al agua que tanto ansiaba, ella aceptó con la condición de que lo lograra en una noche. El diablo, que era lo que realmente había hablado con ella, trabajó a destajo toda la noche para construir el acueducto, pero emergió el primer rayo de sol sin que estuviera terminado, con lo que perdió el trato y la joven mantuvo su alma y el acueducto, a falta de la última piedra, mejoró la vida de los segovianos.  

 La historia da a los romanos el origen de la magnanimidad del monumento y demuestra la evidencia: la Tierra necesita el Sol para vivir y el agua para sobrevivir. Mientras este país vivía días enfrascado en una pelea soberana, las tierras pedían en forma de polvo líquido para que brotara la vegetación. El pantano del Ebro al 25,8% de su capacidad, el peor estado en diez temporadas. En Castilla y León se ha perdido el 70% de la cosecha de cereales. El año más seco de la historia de Galicia según la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil. Los embalses en el conjunto de España están por debajo de la mitad.

 En algunos pueblos de España se reproduce lo que la vieja leyenda segoviana relata. Camiones cisterna llevan la salvación transparente mientras en otros los cortes nocturnos de agua son una realidad, como la limitación del riego en jardines en Galicia, mientras el fuego tiñe de rojo su paraíso.

 De las aguas de nuestros ríos han nacido mitologías y sus nombres podrían evocar reyes como el íbero Tagus como epílogo del Tajo, con el que Felipe II quiso conectar Madrid con el mar desde Lisboa ensanchando el río para hacerlo más navegable, y entonces España habría sido otra, pero llegó la Armada invencible y todo lo demás.

 Porque la capital pudo tener puerto con la ribera del Manzanares convertida en paisaje naval, hoy territorio de garzas. No habrá barcos, pero sí festejo dominguero en pleno siglo XXI, en el que no tenemos que preocuparnos por el transporte de las riquezas desde Cádiz y Sevilla porque las condiciones son otras. El río no huele a mar y Mercamadrid hace lo que puede.

 Hoy los tiempos son otros y las ilusiones de un rey ambicioso se han convertido en ansias por salvaguardar el agua, ya no mitológica, sino convertida en petróleo que vamos a pagar.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press