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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Una mala experiencia no debe arruinar un buen viaje

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional13-07-2015

Los viajes también están marcados por los sentimientos propios de quien los hace y por lo que se vive durante su transcurso. Evidentemente, el destino influye, pero un mismo lugar, visitado en varias ocasiones, puede resultar distinto para el viajero y provocarle diferentes sensaciones.

Conocer la ciudad más deseada del mundo es una experiencia maravillosa, pero esta puede verse empañada si, por ejemplo, el último día se sufre un atraco. En este tipo de casos, el ser humano tiende a recordar lo malo, aunque el resto de la estancia haya ido como la seda.

Aun así, una mala experiencia no debe arruinar un buen viaje. La mejor forma de conseguirlo es haciendo un balance global una vez que se está en casa y se han reposado los ánimos.

En la gira que el Papa Francisco ha hecho por Ecuador, Bolivia y Paraguay se ha registrado uno de esos momentos que descolocan, fruto del no saber estar de Evo Morales. El presidente de Bolivia, durante la ceremonia de regalos protocolarios, entregó al Papa un Cristo clavado en una hoz y un martillo.

¿Qué diría Evo Morales si el Papa Francisco le hubiera regalado una escultura con un conquistador y un indígena con taparrabos, aunque estuviera diseñada por el mismísimo Miguel Ángel?
Francisco sorprendido dijo "esto no está bien", y Morales lo justificó afirmando que era una réplica del que, en su día, diseñó el sacerdote español Luis Espinal, torturado y asesinado en 1980 por defender las luchas sociales en Bolivia, y a quien Francisco ha homenajeado.

Independientemente de quién la creara, no es de recibo mezclar a Cristo con el símbolo del comunismo, un sistema liberticida que ha empobrecido y masacrado a millones de personas durante décadas, mientras los gerifaltes se enriquecían a costa del pueblo al que aseguraban defender.

Habría que ver lo que diría Evo Morales si el Papa le hubiera obsequiado con una escultura representando la escena de un conquistador y un indígena con taparrabos, aunque estuviera diseñada por el mismísimo Miguel Ángel.

No solo no se la regaló, sino que además, durante su estancia, el Sumo Pontífice pidió perdón públicamente (como ya hicieron papas anteriores) por la posición que adoptó la Iglesia durante la conquista de América, hace más de 500 años. Es un hecho que, a pesar de haber pasado cinco siglos, hay personas a las que les interesa incitar ese resentimiento.

Durante el viaje, el Papa también pidió diálogo para intentar resolver el conflicto entre Chile y Bolivia, por el que este último pide una salida al Océano Pacífico. Además, visitó cárceles y escuchó las demandas de los presos, entre ellos los de uno de los penales más masificados y en paupérrimas condiciones de Bolivia.

Asimismo, Su Santidad recalcó que los problemas más graves en Latinoamérica son la desigualdad, la corrupción, la inseguridad... y recordó que una forma de combatirlos es dando testimonio.

Afortunadamente, el crucifijo de Evo Morales no va a hacer sombra a un viaje en el que Francisco ha vuelto a demostrar que es una autoridad moral, habla con enorme claridad y no se amedrenta a la hora de abordar asuntos espinosos, con tal de avanzar en la consecución de un mundo con más caridad y mayor justicia.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD