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IMPRESIONES

Rechazar un millón de dólares

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión18-09-2014

En otra ocasión compartí contigo la historia de Tales de Mileto, padre de la filosofía, quien un día cayó en un pozo por descuidar dónde ponía los pies mientras paseaba mirando a las estrellas. Una joven esclava vio la escena y se rió de él: el sabio de las estrellas resultaba ser un inútil para las cosas mundanas. Tales, preocupado más por defender el honor de la Filosofía que el suyo propio, decidió probar su utilidad: previó una excepcional cosecha de aceitunas cuando todavía era invierno y alquiló por muy poco dinero todos los molinos de aceite de Mileto y Quíos por un año. Cuando llegó el momento oportuno, él pudo realquilarlos todos por el dinero que quiso, recuperando así mucho más de lo invertido. De esta forma demostró que la Sabiduría es muy útil y puede hacernos ricos, pero que quien cosecha riquezas espirituales no tiene ya especial interés por las riquezas materiales. El espíritu de Tales es propio de lo que los griegos llamaban “hombres libres”, aquellos que ocupan su tiempo en actividades que son un fin en sí mismo y no un medio para conseguir otra cosa. Entre las actividades libres se encuentran la Filosofía, la Ciencia pura, el Arte, el Juego y el Deporte. A la mentalidad contemporánea, regida por las leyes absolutas de la producción (lo útil) y el consumo (la medida del status y la felicidad), le resulta incomprensible la mentalidad griega. Ayer tuve notica de una historia real similar a la de Tales, pero culminada en pleno siglo XXI. El Clay Mathematics Institute of Cambridge (Massachusetts) planteó en el año 2000 los siete problemas matemáticos no resueltos más conocidos y ofreció un millón de dólares a la primera persona que resolviera uno de ellos. En el año 2003, el matemático ruso Grigori Perelmán resolvió un problema de aquella lista: la conjetura de Poincaré. Perelmán se limitó a colgar su trabajo en internet. Le ofrecieron la medalla Fields (el Nobel de las Matemáticas), que rechazó; y tampoco se interesó por el millón de dólares. Ni siquiera le tentó la fama: el jaleo mediático que se formó en torno a su figura le hizo abandonar su trabajo y, desde entonces, se encuentra ilocalizable. Rechazar esa suma de dinero, los honores y la popularidad puede parecernos una locura. A Perelmán seguramente le pareció una locura mucho mayor ser esclavo del dinero y los halagos ajenos. El caso es que dedica su vida a lo que quiere; y lo que quiere parece ser lo suficientemente noble y elevado como para hacerle feliz. En eso consiste ser un hombre libre.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach